Historia e historiografía del anarquismo en Chile (1980-2015)

En el siguiente artículo se aborda, a modo de balance bibliográfico, la producción historiográfica desarrollada entre los años 1980 y 2015 sobre el anarquismo chileno. Se sostiene que la renovación de la historia política y cultural, así como la crisis epistemológica que significó el golpe de Estado de 1973, permitieron la ampliación del abanico de investigaciones relacionadas con el anarquismo, producto de la incorporación de nuevas metodologías y enfoques analíticos.

Submitted by Steven. on July 31, 2017

Introducción

 

Los nudos de la comprensión historiográfica del anarquismo no pueden por eso ser buscados en el análisis estático de algunos de sus momentos que de vez en vez se presentan distintos y contradictorios, o sea signados más por la dimensión táctica que por la estratégica, sino en la visión abarcativa de su desarrollo.
Giampietro Berti, “Sobre historiografía del anarquismo”, en Reconstruir, n° 99, noviembre-diciembre 1975, pp. 47-56.

 

El 11 de septiembre de 1973 constituye un punto de inflexión dramático en Chile, no solo desde el punto de vista histórico sino también político, historiográfico, epistemológico y afectivo1. La derrota del proyecto de la Unidad Popular desarticuló a los partidos de izquierda tradicionales y extraparlamentarios, y al mismo tiempo, al movimiento sindical y popular. La izquierda política en general fue proscrita y sus militantes perseguidos, encarcelados, torturados, desaparecidos y exiliados. Los anarquistas, en particular, que vivían desde 19572 su propia diáspora al interior del movimiento obrero y popular chileno, igualmente sufrieron –en menor intensidad– la represión de los militares golpistas3. Si bien, entre 1957 y 1973 su presencia habría sido poco significativa en el movimiento de trabajadores local salvo por algunas limitadas iniciativas de las que han quedado exiguos registros históricos, en la década de los ochenta en plena dictadura pinochetista, comienza a verificarse un proceso de reconfiguración y recomposición que permitirá posteriormente su visibilización pública en el período transicional. Dicha presencia se enmarca en la resistencia antidictatorial a través de la cual sus dispersos militantes trataron de influir en los movimientos sociales de protesta desde una perspectiva antiautoritaria.

En este contexto de recomposición política y social del campo popular, la historiografía sobre el anarquismo4 en Chile se ha nutrido de dos vertientes. La primera ligada al mundo académico, se relaciona con el cultivo de la historia social chilena durante la década de los ochenta y de los noventa, y más importante aún, con el “renacer” de la (“nueva”) historia política (y cultural) en Chile desde los años noventa. La segunda vertiente tiene directa vinculación con el mundo militante, es decir, con sus protagonistas contemporáneos (individuales y colectivos), que comenzaron a rescatar su propia historia desde fuera de la academia y de los espacios institucionales, en vinculación con organizaciones sociales, colectivos, bibliotecas y grupos de propaganda, con una finalidad eminentemente política más que intelectual.

En el siguiente artículo se analiza en un primer momento el “renacer” de la historia política en América Latina y Chile, para posteriormente abordar la emergencia de la historiografía sobre el anarquismo entre los años 1980 y 2015. Para tal efecto se vinculará la transición a la democracia en Chile con la irrupción del anarquismo como movimiento social larvario, pero al mismo tiempo, con la produccióoacute;n historiográfica desde el punto de vista académico y, en menor medida, militante. Se considerarán, a los efectos de la revisión y el balance bibliográfico, los libros y los artículos publicados en el país y en el extranjero que de una u otra forma han sido importantes en la historiografía del anarquismo local, sin pretender una revisión exhaustiva, aunque sí representativa. Asimismo, se comentarán aquellas investigaciones que si bien no son tan conocidas –y que en algunos casos ni siquiera provienen de la historiografía–han sido pioneras en el rescate del anarquismo o de alguno de sus tópicos. Nos interesa, en particular, reflexionar en torno a la producción historiográfica sobre el anarquismo en Chile de los últimos 35 años, identificando diversos hitos y momentos de investigación y publicación, vinculando los reacomodos internos de la disciplina histórica a los cambios políticos y epistemológicos suscitados en el período.

 

El renacer de la historia política en Chile y América Latina

En Chile y Latinoamérica, la emergencia de la “nueva” historia política se relacionó con el inicio de los procesos de transición democrática en los años ochenta y noventa. Así lo señalan Carlos Altamirano y Guillermo Palacios, para el contexto general, y José Ponce y Aníbal Pérez, para el caso chileno. De hecho, la particular síntesis crítica, revisionista y renovada que emergió en Chile en los siglos XX y XXI para abordar el devenir histórico político “reciente” se relacionó con los procesos de redemocratización y con la imposición del modelo neoliberal. En consecuencia, varios historiadores desde distintos enfoques comenzaron a preguntarse por los “fenómenos acaecidos bajo el gobierno de la Unidad Popular, la dictadura militar y los gobiernos concertacionistas”5.

Cabe preguntarse ¿existe un solo modelo en el cultivo de esta “nueva” historia política? En el caso chileno –apoyándonos en José Ponce y Aníbal Pérez– podemos señalar que no hay una versión monolítica y única sino más bien diversos enfoques analíticos donde es posible distinguir dos generaciones pioneras. La primera generación de historiadores políticos que, desde el materialismo histórico, han intentado mantener un “horizonte” de totalidad, explicando fenómenos globales y estructurales, estrechando al mismo tiempo, los lazos con otras disciplinas sociales especialmente con la Ciencia Política. Un ejemplo “paradigmático”, en este sentido, es Juan Carlos Gómez quien apuesta por la creación de una “Ciencia Política Histórica”. Otro lo sería el historiador Luis Corvalán. Mientras que una segunda generación ha profundizado en estudios particulares que revalorizan a los sujetos y la subjetividad, sin una teoría específica que los guíe, es decir, a través de una perspectiva ecléctica. Dentro de esta se destacan la historiadora Cristina Moyano y Rolando Álvarez, entre otros6. Como señalan Ponce y Pérez: “en la mayoría de los casos han abierto sus análisis a las reflexiones provenientes desde la Nueva Historia Política, la Historia Conceptual de los Políticos y la Historia del Tiempo Presente”7. Podemos sintetizar que la “nueva” historia política chilena es un “mosaico” compuesto de diversas concepciones teóricas y epistemológicas, caracterizado por un afán crítico y revisionista, heredado en muchos casos de los cultores de la nueva historia social. Muchos de los representantes de estas tendencias historiográficas comenzaron a preocuparse no solo por la historia de la “clase obrera” –como había sido lo habitual antes de 1973– sino también por los campesinos, pobladores, estudiantes, indígenas, profesionales, etc. Como señala Eduardo Devés, producto del quiebre epistemológico que significó el Golpe de Estado de 1973, el “obrerismo y el clasismo cedieron paso a una historia de los grupos que podían constituirse en alternativa al autoritarismo. Ese fue un cambio decisivo”8. El anarquismo fue uno de ellos.

En el caso latinoamericano, el panorama es mucho más amplio y diverso. Guillermo Palacios asocia el “resurgimiento” del interés por la historia política en América Latina, al resultado de los avances realizados por otros historiadores en el campo de la historia cultural. La fusión entre la “vieja” historia de las ideas, la historia de las mentalidades y la historia cultural, habría posibilitado la invasión al campo de la historia política, ampliándolo al estudio de la “cultura política” tanto popular como de las élites9, donde es posible destacar el estudio del pensamiento radical-rupturista ampliamente concebido, y del anarquismo en particular. Lo anterior generó una “nueva” mirada historiográfica en la medida en que se integraron elementos del mundo de la cultura y lo social, distantes en los enfoques precedentes, revalorizando los estudios de: las prácticas de lectura, los círculos de lectores, la clandestinidad literaria, la formación de la “opinión pública, etc.; pero también aquellos relacionados con las prácticas derivadas de los nuevos conceptos de la modernidad liberal (ciudadanía, soberanía, nación, democracia, etc.), la observación de la historia decimonónica (en especial el concepto de “revolución”) y, finalmente, de las corrientes políticas revolucionarias: socialismo y anarquismo.

Carlos Altamirano sostiene, por otra parte, que la historia política en América Latina no es “novedosa” sino que data del siglo XIX, y niega, al igual que Guillermo Palacios, la existencia de un modelo historiográfico “único”, aunque reconoce el “surgimiento de una nueva historia política” a nivel continental10. En este sentido, distingue una renovación en los enfoques y en sus preocupaciones y no el auge de un “paradigma”. Así, sin renunciar a una perspectiva globalizadora, concibe la historia política como un “punto de vista” entre otros, desprovista de una ambición de “historia total”. Destaca, asimismo, la atención que esta “nueva” historia le presta a los “lenguajes políticos” y sus diversas nociones (desde los actores sociales o “personajes históricos”, “notorios”, “oscuros” o “anónimos”). Se verifica de este modo, según Altamirano, una “rehabilitación de la palabra del actor histórico no “porque suponga que éste se halla en posesión de la verdad o del sentido de su acción; sino porque esa verdad o sentido no puede ser aprehendida sin referencia a esa palabra”. Este “giro hermenéutico” pondría a la historia política en contacto con la historia de las significaciones (o del pensamiento) y, por lo tanto, al historiador en atención no solo en el discurso sino también sobre los rituales, símbolos y alegorías.

 

El anarquismo como nueva temática de investigación historiográfica

En las últimas tres décadas, la historia del anarquismo y su desarrollo organizativo en Chile ha concitado el interés de numerosos cientistas sociales, especialmente de los historiadores, asociado al “renacer” tanto de la historia política como cultural. La crisis epistemológica que significó la derrota política de 1973 para la izquierda y la intelligentzia chilena, conllevó a que la historiografía local influenciada por la nueva historia social centrara su atención en aquellos actores sociales y corrientes ideológicas y políticas –tales como el mutualismo, anarquismo, marxismo heterodoxo, etc.– que habían sido “despreciadas” e invisibilizadas por la historia tradicional “estado-céntrica” o “estatalista” (parafraseando a R. Guha).

En este contexto historiográfico, especialmente desde fines de los años ochenta y comienzos de los noventa, hasta el día de hoy, connotados historiadores nacionales y extranjeros han realizado un sinnúmero de investigaciones en formato de libros, artículos en libros y en revistas especializadas de historia y ciencias sociales, así como tesis de grado y seminarios de título, relevando el rol de los anarquistas en la constitución y consolidación del movimiento obrero moderno en Chile y en los movimientos sociales posdictatoriales. Los aportes políticos, ideológicos y culturales del anarquismo en las luchas sociales y populares del siglo XIX y XX son innegables, y han sido corroborados desde el punto de vista historiográfico por esa ingente producción de los últimos 35 años, en la cual es posible distinguir tres momentos. El primero, enmarcado durante los años ochenta y vinculado con la reemergencia del anarquismo criollo en el contexto de la lucha antidictatorial (1981-1989); el segundo, desde la finalización de la dictadura de Augusto Pinochet y el inicio de la “transición democrática” hasta la visibilización pública del anarquismo a propósito de la represión contra las corrientes insurreccionalistas y antiautoritarias (1990-200911); y, finalmente, el tercero, relacionado con el rebrote del anarquismo en el seno del movimiento estudiantil y, en menor medida, en algunos gremios de trabajadores como los portuarios (2010-2015).

Como se desprende de lo señalado anteriormente, es necesario precisar que la revalorización histórica del anarquismo no es –ni ha sido– casual. Al contrario, se relaciona de forma directa con la reemergencia que ha tenido desde fines de los años ochenta hasta el día de hoy no solo en Chile sino también en América Latina12. Dicha situación ha conllevado a que diversas organizaciones e individualidades anarquistas intenten dotar de identidad y tradición su accionar y pensamiento, rastreando la historia del anarquismo en Chile, identificándose con ella y alejándose simbólica y culturalmente de la potente e innegable influencia marxista que durante gran parte del siglo XX ejerció a nivel de organizaciones revolucionarias y populares13. La búsqueda identitaria del anarquismo criollo ha nutrido el rescate de la historia del movimiento obrero y popular en Chile y han surgido, en este sentido, nuevos objetos de estudios producto de nuevas interrogantes e hipótesis, así como nuevas preocupaciones históricas, donde el anarquismo –como temática– ha tenido un protagonismo inusitado.

En esa dirección se advierte, ya no desde la academia, sino a partir del impulso de sus protagonistas actuales, numerosos intentos de conformar bibliotecas populares y archivos históricos en espacios ocupados y centros sociales; recopilar de documentación ligada a la historia del anarquismo (folletos, periódicos, fotografías, fanzines, panfletos, afiches, etc.); editar y reeditar libros y folletos históricos del horizonte libertario criollo y de otras latitudes; organizar grupos de estudios anarquistas (Grupo de Estudios José Domingo Gómez Rojas, Grupo de Investigación e Historia Anarquista Julio Rebosio14, entre otros) y publicar artículos de historia del anarquismo en fanzines, revistas15 y periódicos ácratas16.

 

Preámbulo. La reseña pionera y el libro que nunca fue

Desde el momento mismo del Golpe de Estado en 1973, pequeños grupos e individualidades anarquistas intentaron hacerle frente a la represión militar a través de diversas y modestas formas de solidaridad tanto al interior de Chile como en el extranjero17, especialmente en Noruega, París, Italia, Holanda, Suiza y Argentina18. Asimismo, realizaron prontamente “balances críticos” respecto de la derrota del proyecto político de la Unidad Popular en la prensa libertaria internacional19.

Después de casi dos años de inactividad política producto de la arremetida militar, en 1975 resurgió en la ciudad de Santiago el Comité de Defensa de los Derechos Humanos y Sindicales (CODEHS) –creado en 197020– y bajo el alero del viejo dirigente sindical Clotario Blest, el historiador Óscar Ortiz y el otrora líder anarcosindicalista Ernesto Miranda Rivas21, entre otros miembros del CODEHS, fueron ayudados a exiliarse militantes de la izquierda revolucionaria perseguidos por la dictadura de Pinochet. Para ello la central anarcosindicalista noruega Norsk Syndikalistik Forbund (NSF), adherida a la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), colaboró con el CODEHS para sacar del país a 8 miembros de la Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP), aislados por la izquierda partidista tras el asesinato de Edmundo Pérez Zujovic en 1971, responsable político de la masacre de pobladores de Puerto Montt durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva (1969). Posteriormente, en marzo de 1978 se creó en Europa la Coordinadora Libertaria Latinoamericana (CLLA)22. La ciudad de París se constituyó como el centro neurálgico de operaciones de los anarquistas chilenos en el exilio, desde donde se articularon variadas iniciativas de difusión, información, solidaridad y apoyo a Latinoamérica dominada por gobiernos autoritarios fuertemente represivos. La CLLA estuvo integrada principalmente por chilenos, argentinos y españoles, y articuló además una red de cooperación con activistas de Austria, Italia, Suecia, Suiza, Holanda, Alemania, Grecia, Canadá, Estados Unidos, México, Uruguay, Perú, Bolivia, Brasil, Venezuela, Chile y del Movimiento Libertario de Cubanos en el Exilio23. Una de las destacadas labores de la CLLA tuvo que ver con la realización de un ciclo de charlas y giras de propaganda que se desarrollaron entre los años 1978 y 1979, principalmente en Francia y España, este último país librado del yugo franquista. Entre el 20 y el 21 de octubre de 1979 se llevó a cabo en París el seminario “Historia del movimiento sindical chileno”, auspiciado por el Comité Solidaridad con el Pueblo Chileno. En dicha oportunidad, el octogenario anarcosindicalista Juan Segundo Montoya24, envió desde Chile una ponencia titulada “Rezeñas (sic) Históricas del Movimiento Obrero en Chile”, la cual fue leída y discutida. La misma a nuestro entender, constituye uno de los principales esfuerzos de un militante anarcosindicalista criollo y autodidacta por escribir un relato en donde se realza, desde el punto de vista histórico, la labor del anarquismo en el movimiento de trabajadores local25. La breve síntesis de Juan Segundo Montoya fue publicada posteriormente en el Boletín América Latina Libertaria, en donde se establecía “después de las catástrofes en cadena sufridas por los pueblos de América Latina en los últimos años, se ha hecho sentir la necesidad de un análisis crítico sobre las causas de la derrota de las fuerzas populares”26.

 

Primer momento (1981-1989): el lento renacer del movimiento libertario y de la historiografía sobre el anarquismo en Chile

El período que se prolonga desde 1981 a 1989 está caracterizado por los inicios de la recomposición del campo popular en Chile27 y, en menor escala y de forma subrepticia, por la reorganización del anarquismo criollo. No obstante, es preciso señalar, que el renacimiento del movimiento ácrata de aquellos años está directamente vinculado con la lucha antidictatorial, en un primer momento, y con la no inscripción electoral o la anulación del voto, posteriormente, a propósito del plebiscito de 1988 y la “salida pactada” del régimen militar28. Las ciudades de Santiago, Concepción, Temuco y Osorno se constituyeron en el escenario del proceso de reemergencia del anarquismo, en las cuales surgieron diversos grupos y colectivos de propaganda que azuzaron la movilización popular29.

Con ese contexto social y político como telón de fondo, se publicaron dos importantes libros, uno de carácter testimonial y el otro académico que relevaron los aportes del anarquismo en el movimiento de trabajadores chilenos, así como algunos pioneros artículos en revistas historiográficas y políticas.

En 1981, Luis Heredia republicó en México El anarquismo en Chile (1897-1931)30 y, posteriormente en 1983, el historiador norteamericano Peter DeShazo su libro Urban Workers and Labour Unions in Chile, 1902-1927, por las prensas de la Universidad de Wisconsin en Madison (EE.UU.)31.

En su pequeño libro, Heredia, quien había sido un destacado dirigente anarcosindicalista durante gran parte del siglo XX32, describió el accionar ácrata en el seno del movimiento de trabajadores desde fines del siglo XIX hasta el término de la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo en 1931, relevando a las tres grandes organizaciones anarcosindicales: la Federación Obrera Regional Chilena (FORCH), fundada en 191333 y refundada posteriormente en 1926, la Industrial Workers of the World (IWW)34, en 1919 y, finalmente, la Confederación General de Trabajadores (CGT) en 193135. Por su parte, el historiador Peter DeShazo, a diferencia de lo que había sostenido la historiografía marxista clásica, propuso que los trabajadores urbanos de las ciudades de Santiago y Valparaíso habían sido la “fuerza motriz” del movimiento de trabajadores en Chile y el anarcosindicalismo la “principal” tendencia ideológica que había mantenido vivo el espíritu antiautoritario, anticomunista y revolucionario hasta los inicios de la dictadura de Ibáñez del Campo en 192736. Desde el punto de vista metodológico complementó su minuciosa revisión de fuentes y bibliografía con entrevistas a viejos dirigentes sindicales, anarquistas y anarcosindicalistas, tales como Luis Heredia, Clotario Blest, Félix López, Luis Miranda y Daniel Schweitzer y el español-argentino Diego Abad de Santillán. No obstante, es muy probable que su principal falencia metodológica se manifieste como señala el historiador Jorge Rojas Flores cuando pone en pie de igualdad al anarcosindicalismo con ciertos gremios “sindicalistas”, lo que amplifica la importancia del anarquismo para su período de estudio en desmedro de otras corrientes revolucionarias como el comunismo37.

Dos años más tarde, el historiador Claudio Rolle presentó su tesis “Anarquismo en Chile 1897-1907” en el Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile, investigación pionera en la disciplina histórica, cuyo profesor guía fue Ricardo Krebs. La fortaleza de su investigación es el énfasis puesto en el ideario ácrata, especialmente en el pacifismo tolstoyano, antes que en la vinculación orgánica con el movimiento obrero, constituyéndose en una interesante investigación sobre la historia de las ideas revolucionarias en Chile.

Las tres investigaciones antes mencionadas fundan el punto de partida de una producción historiográfica en torno al anarquismo que irá in crescendo, lentamente, a medida de que avance la década. La obra de Heredia, en tanto, es conocida por las nuevas generaciones de activistas e historiadores en el Chile dictatorial; y las investigaciones de Peter DeShazo y Rolle, en cuanto se constituyen en referencias obligadas en el mundo académico, para los interesados en el anarquismo como corriente ideológica38.

El libro de DeShazo así como la investigación pionera en Chile de Rolle, promovieron la publicación de artículos en revistas académicas, principalmente en el extranjero, como es el caso de las investigaciones de los franceses Jean Andreu (1985) y Maurice Fraysse (1986), quienes por lo demás editarán en 1990 junto a Eva Golluscio de Montoya, el libro Anarkos. Literaturas libertarias de América del Sur, 190039. Andreu y Fraysse indagaron indistintamente sobre tópicos desconocidos y no abordados en el incipiente estudio del anarquismo en Chile. Por una parte, el primero se centró en la contracultura libertaria del Río de la Plata y de Chile40 y, por otra, el segundo abordó algunos aspectos en torno a la violencia al interior de la prensa ácrata chilena hacia fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX41. Cabe señalar que ambos artículos fueron precursores en el estudio del anarquismo chileno en temáticas específicas que no tienen relación directa con la configuración y composición del movimiento obrero (y sindical), sino más bien con su amplio proyecto político-cultural de emancipación social, entroncado con el auge de la historia cultural.

En 1987, Álvaro Vivanco y Eduardo Míguez publicaron en la revista Andes un artículo titulado “El anarquismo y el origen del movimiento obrero en Chile, 1881-1916”42 –una versión resumida de su memoria para optar al título de profesor de Estado en Historia y Geografía por la Universidad Católica de Valparaíso43– claramente influenciado por DeShazo44. La revista Andes había sido creada en 1984 por el historiador Patricio Quiroga y era el órgano de difusión del Instituto de Estudios Contemporáneos (IEC). El Consejo de Redacción de la misma estaba compuesto, además de Quiroga, por Juan Carlos Gómez, Jorge Núñez, José Pablo Lagos y Robinson Pérez. En su primer número se señalaba respecto de la creación del IEC: “[es una] iniciativa de cientistas sociales impelidos por las actuales condiciones que atraviesa Chile, que buscan una renovación del pensamiento teórico”. Vale señalar que el politólogo Juan Carlos Gómez, a decir de Aníbal Pérez y José Ponce, fue uno de los referentes de la renovación de la historia política-chilena45.

En dicho artículo, Míguez y Vivanco (1987) analizaron la trayectoria histórica del anarquismo en relación con el movimiento obrero chileno entre los años 1881 y 1916, es decir, en su etapa de constitución y configuración. La introducción de su estudio comienza señalando que “la comprensión del rol cumplido por el anarquismo al interior del Movimiento Obrero Chileno (MOCH) constituye uno de los problemas menos estudiados, y a la vez más confuso, que en mayor o menor medida atraviesa al conjunto de la historiografía popular chilena”46. De este modo, revalorizaban desde el punto de vista historiográfico –aunque de forma crítica– los aportes del anarquismo en la conformación y configuración del movimiento obrero criollo, en tanto una de sus matrices fundantes47.

Desde otro registro, en las ediciones de fines de 1986 y de comienzos de 1987 de la revista APSI, el periodista Marcelo Mendoza publicó su artículo “El anarquismo en Chile”48. En la primera parte titulada “De los ácratas intuitivos a la huelga portuaria”, el autor enfatizaba “poco o nada se ha escrito de sus cien años en Chile. Y eso que durante un vasto período controlaron los sindicatos más grandes del país”. Desde el punto de vista bibliográfico, Mendoza se apoyaba en la tesis de Rolle (1985)49, en la investigación de DeShazo y en el libro “Génesis y evolución del movimiento obrero chileno hasta el Frente Popular” (Caracas, 1979) del historiador marxista Luis Vitale. La segunda parte de su artículo llevaba por título “Miranda vio que no quedaba nadie”, dedicando en él un apartado especial a la figura de Ernesto Miranda Rivas, el “anarcosindicalista más importante” de Chile según el autor, uno de los fundadores de la Central Única de Trabajadores (CUT) en 1953 y, posteriormente, uno de los anarcosindicalistas que en 1965 dio vida al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)50 y al Movimiento Libertario 7 de Julio (ML7J).

Durante esos años se publicaron, además, el artículo (anónimo) “The re-emergence of anarchism in Chile” contenido en la revista No Middle Ground. Anti-Authoritarian Perspective on Latin America and the Caribbean (1983)51 editada en Estados Unidos y La narrativa anarquista de Manuel Rojas (1986), de Darío Cortés. El último, un libro prácticamente desconocido en Chile, que no corresponde precisamente a una obra historiográfica, pero que no por eso deja de ser menos importante en la exigua visibilización académica del anarquismo en la década de los ochenta52.

 

Segundo momento (1990-2009): la irrupción de la historia del anarquismo en Chile

Luego de la salida de la dictadura militar –y a la par de una incipiente producción historiográaacute;fica preocupada por el pasado ácrata– se advierte un “resurgir” modesto aunque orgánico del movimiento libertario en Chile. En los noventa fueron creadas organizaciones y colectivos ácratas en diversas ciudades del territorio nacional: Santiago, Concepción, Temuco y Osorno53. Asimismo, comenzaron a ser publicados una serie de periódicos y fanzines cuyo principal objetivo era la difusión de las ideas libertarias y su reposicionamiento público, logrando sin embargo escasa visibilidad. Durante esos años vieron la luz las siguientes publicaciones: Acción Directa (1990-1991), Rebelión (1993-1995), El Duende Negro (1993), El Irreverente (1993-1994), Yunta (1994), El Estopín (1994), Ni Dios Ni Amo (1995), MiliKK (1995), El Ácrata (1996), Intoxicación (1991-1995), entre otras, que tuvieron un carácter más esporádico. A la par de la labor editorial, los anarquistas criollos comenzaron nuevamente a tener presencia en las manifestaciones públicas. De hecho, en la marcha del 12 de octubre de 1992 en repudio al V Centenario de la llegada de los europeos a América Latina, las banderas negras “volvieron a flamear”54, constante que se repetiría en las marchas del 1° de mayo de cada año entre 1994 y 2015.

De este modo, podemos señalar que el contexto socio-histórico permitió la reemergencia del anarquismo, al tiempo que un aumento del interés por su historia. Interés que como vimos es tanto académico –relacionado de forma directa con los acomodos internos de la disciplina histórica acaecidos desde el golpe de Estado de 1973 y asociados con el surgimiento de la nueva historia social y posteriormente de la nueva historia política y cultural– cuanto militante –al ser una inquietud también de sus nóveles activistas–.

Desde el punto de vista de la academia, durante la década de los noventa y la primera de los años 2000, se publicaron algunos estudios en donde se relevaban los aportes del anarquismo tanto en la literatura de América del Sur –incluida la chilena– como en la politización popular en el seno del movimiento obrero local y su incidencia en las manifestaciones huelguísticas.

En la primera categoría destaca la pionera obra colectiva coordinada por Jean Andreu, Maurice Fraysse y Eva Golluscio de Montoya, autores mencionados anteriormente, en la cual se recopilan poemas y escritos literarios contenidos en la prensa ácrata de comienzos de siglo XX, chilena y también de la Argentina, Uruguay y Paraguay.

En la segunda categoría destacan las primeras obras de estudiosos como Jorge Rojas Flores (1993)55, Luis Vitale (1995)56, Héctor Pavelic (1996)57 y Larry Gambone (1997)58, así como el artículo de Jaime Sanhueza Tohá (1997) publicado en la revista Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile59 y el del historiador Julio Pinto Vallejos titulado “El anarquismo tarapaqueño y la huelga de 1907: ¿apóstoles o líderes?” (1998), a propósito de la conmemoración en 1997 de los 90 años de la masacre de la Escuela Santa María de Iquique y del rol jugado por los anarquistas en el conflicto obrero60.

En el caso particular del historiador Luis Vitale, es preciso señalar que su “sensibilidad” respecto de la historia del anarquismo responde a dos motivos. El primero, relacionado con su militancia juvenil en el anarquismo argentino –pasado sobre el cual hace mención en más de una oportunidad61–. Y el segundo, vinculado a su posterior militancia marxista heterodoxa (trotskista) en Chile, que lo lleva a identificarse con las “minorías” políticas. En el apartado dedicado al anarquismo chileno de su libro De Martí a Chiapas. Balance de un siglo (1995), Vitale advertía que “los ideólogos de los partidos de izquierda han tratado de ignorar su papel o simplemente han descalificado el accionar del anarquismo por razones políticas. Pero es sabido que la ideologización no es buena consejera para analizar la realidad histórica”62. Asimismo, sostenía taxativamente que el anarquismo chileno encontró muchos más obstáculos para desarrollarse que el de otros países latinoamericanos, ya que tuvo que enfrentar una “fuerte tendencia de inspiración marxista desde principios de siglo. Esta corriente dirigida por Luis Emilio Recabarren fue capaz de disputar a los anarquistas la dirección del movimiento obrero, sobre todo después de la fundación del Partido Obrero Socialista en 1912”63. Probablemente esta tesis deba ser problematizada y matizada, a la luz de las nuevas investigaciones referidas al desarrollo del anarquismo y del comunismo en Chile64.

Al igual que Vitale, el “historiador autodidacta” Héctor (Tito) Pavelic Sanhueza65 rescata la historia de algunos pasajes de la lucha anarquista en Chile debido a su vinculación familiar y personal con el ideario ácrata. Su madre, Flora Sanhueza, de ascendencia vasca, fue una activa militante del anarquismo en el norte de Chile. Participó en la Guerra Civil española que tuvo lugar entre 1936 y 1939 y tras la derrota del bando republicano retornó y fundó en 1947 en la ciudad de Iquique el “Ateneo Luisa Michel” –el mismo que en 1953 se transformó en la “Escuela Libertaria Luisa Michel” y que brindó educación a trabajadores y trabajadoras locales hasta 1957–. Por su pasado revolucionario, en 1973, Flora Sanhueza fue arrestada y torturada en presencia del propio Héctor Pavelic, falleciendo el 18 de septiembre del año siguiente. Pavelic, militante del MIR, también sufrió la represión política y el exilio. Fue en Europa donde, a través de anarquistas chilenos, también exiliados, tomó contacto con algunos grupos libertarios.

Mención aparte merecen dos trabajos. En primer lugar, el libro de Jorge Rojas Flores, La dictadura de Ibáñez y los sindicatos (1993), basado en la tesis “Las organizaciones de trabajadores y el gobierno de Ibáñez (1927-1931)”, presentada en 1991 para la obtención del grado de Licenciado en Historia por la Pontificia Universidad Católica. La investigación de Rojas Flores, que ese mismo año obtuvo el Premio Miguel Cruchaga Tocornal de la Academia Chilena de la Historia, incluye un abordaje del anarcosindicalismo en la transición del sindicalismo “libre” al sindicalismo legal. Este proceso que se verifica en la dictadura de Ibáñez, habría sido según el autor el causante del declive de la influencia libertaria en el movimiento obrero. De este modo, la obra de Rojas representa una suerte de “puente” entre los autores que finalizan sus estudios en 1927 y aquellos que los comienzan en 1931. Este es el caso de Jaime Sanhueza Tohá, autor del segundo artículo a destacar. El mismo fue publicado por esos años en la revista Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile, a modo de versión resumida de su tesis defendida en 1994 para optar el grado académico de Licenciado en Historia66. La sólida investigación de Sanhueza constituye el primer esfuerzo historiográfico, con un marcado carácter monográfico, que apunta a indagar en la trayectoria política de la Confederación General del Trabajo (CGT), una de las centrales anarcosindicales más importantes de Chile del siglo XX, cuya presencia se extendió desde la ciudad de Iquique hasta Puerto Montt. A modo de hipótesis, el autor señala que fue durante la década del treinta cuando se manifestó la crisis del anarquismo chileno, relacionada esta con la integración de los sectores populares al sistema político y con la debacle económica y social que se produjo al finalizar la dictadura de Ibáñez67. Dicho planteamiento, al tiempo que novedoso, también ha generado miradas contrapuestas, las cuales oportunamente desarrollaremos.

Otra investigación que merece ser comentada individualmente es la tesis inédita de Denis M. Karning titulada: Félix López and the Chilean Labor Movement, Portrait of an Anarchist in 20th century Latin America an oral testimony del año 1996. La novedad de la investigación de Karning radica en la utilización de metodologías vinculadas con la historia oral. A tal efecto, el autor entrevistó al chileno Félix López, militante anarcosindicalista, reconstruyendo su historia de vida durante gran parte del siglo XX 68, la cual tiene varios puntos de inflexión que se relacionan con el desarrollo del anarquismo y anarcosindicalismo local e internacional. López fue miembro del Departamento de la Construcción de la IWW en la ciudad de Santiago desde 1922 hasta 1927, año en que Carlos Ibáñez del Campo llegó al poder mediante un Golpe de Estado. Producto de la represión desatada contra los militantes revolucionarios, Félix López huye a la Argentina. Concluida la dictadura ibañista, regresa a Chile y acaba siendo líder de la Sección de la CGT, fundada en 1931. En su calidad de dirigente cegetista fue enviado a España durante la Guerra Civil española, en donde combatió en 1937 bajo la dirección del anarquista Cipriano Mera69.

Durante los primeros diez años del nuevo siglo, las investigaciones relativas al anarquismo chileno comenzaron a crecer exponencialmente, diversificándose las temáticas abordadas por los historiadores y otros cientistas sociales. En consecuencia, se publicaron artículos y libros sobre variados tópicos, tales como la violencia, el feminismo, la prensa escrita, la educación libertaria, el teatro70, la lucha contra el consumo de alcohol71, así como sus discrepancias con otras corrientes ideológicas dentro del espectro revolucionario y los embates que sufrió desde el Estado y las clases dominantes72, entre otros.

En el año 2000, Antonio Godoy publicó su artículo “El caso de la prensa anarquista en la prensa obrera”. En él, analiza la prensa ácrata de los años 1898 y 1930 destacando sus componentes clasistas, para lo cual se apoya en la caracterización realizada por Osvaldo Arias en su precursor y clásico trabajo de la década de 197073 sobre la prensa obrera. Asimismo se nutre de los planteamientos hechos por Guillermo Sunkel en torno a la noción de lo “popular”, a propósito de la discusión suscitada entre Luis Emilio Recabarren y Alejandro Escobar y Carvallo a comienzos del siglo XX74.

Durante el año 2001, la historiadora norteamericana Elizabeth Q. Hutchison publicó otro interesante aporte, el artículo que tituló “From “La mujer esclava” to “La mujer Limón”: Anarchism and politics of sexuality in early-tewentieh-century Chile”, en la Hispanic American Historical Review75. Aunque breve y poco profundo, este trabajo merece ser destacado por ser una de las pocas investigaciones que vincula anarquismo chileno, sexualidad y género. Dichas variables no habían sido aún consideradas en la historiografía chilena, a pesar de la temprana insistencia de la ideología y militancia anarquista –tanto en Chile como en otros países de América Latina– sobre la cuestión de la igualdad de género. Posteriormente, en 2006, la Editorial Espíritu Libertario76 publicó el libro compilatorio Mujeres y prensa anarquista en Chile (1897-1931), a cargo de Adriana Palomera y Alejandra Pinto. En la introducción titulada “Rescatando voces de mujeres” las compiladoras señalaban justamente que “la invisibilidad de los sectores populares, por sobre todo de las mujeres a lo largo de la historia, ha sido la motivación principal para dar cuerpo a esta recopilación de escritos de mujeres en prensa anarquista chilena entre los años 1890 y 1930”77. En la misma senda, sostenían que su compilación pretendía “rescatar las voces de un grupo de mujeres de esta época, no por una toma de posición de género en términos de “discriminación positiva”, sino porque este ha sido uno de los grandes aspectos que no han sido tratados por la historiografía tradicional, dejando de lado la participación de la mujer en tanto actor político, más aún dentro de un discurso rupturista como lo fue y es el anarquismo”78. La riqueza del libro radica en la recopilación de diversos y valiosos documentos escritos por mujeres ácratas chilenas, durante los primeros treinta años del siglo XX: Valentina Franco, Elena Cárdenas, Luis Rojas, Violeta Martínez, Isolina Bórquez, Olimpia Vivencia, entre muchas otras.

Por otra parte, el historiador Igor Goicovic publicó en 2003 en la Revista de Historia Social y de las Mentalidades del Departamento de Historia de la Universidad de Santiago de Chile, un artículo que lleva por título “El discurso de la violencia en el movimiento anarquista chileno (1890-1910)”. La particularidad del mismo tiene que ver con que fue el único trabajo sobre anarquismo contenido en la colección completa de la revista hasta 2015. En él, Goicovic, al igual que Fraysse algunos años antes, analiza el discurso ácrata en torno a la violencia al despuntar el siglo XX, destacando que las manifestaciones específicas de violencia adoptadas por el movimiento anarquista internacional fueron de dos tipos: la “huelga insurreccional” y el “terrorismo individual” (o la propaganda por los hechos). Goicovic distingue entre acciones violentas (huelgas, boicot, sabotajes, etc.) y el discurso legitimador de la violencia, el cual es analizado a través de la prensa ácrata chilena de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX79, sin establecer un contrapunto con la praxis, es decir, con las acciones violentas concretas en sí.

Adoptando un punto de vista metodológico diferente, el historiador Alberto Harambour presenta durante este período dos importantes investigaciones. Una, acerca del atentado homicida perpetrado durante el invierno de 1912 por el anarquista Efraín Plaza Olmedo en la Plaza de Armas de Santiago (2004)80 y la otra, en relación con el proceso iniciado desde diciembre de 1911 hasta marzo de 1912, contra la Sociedad en Resistencia de Oficios Varios (SROV) (2005)81. En ambos casos el autor, a partir de un “acontecimiento” (un atentado homicida y el allanamiento policial) reconstruye los discursos y discusiones ácratas ligadas al uso de la violencia revolucionaria, así como el entorno socio-cultural en el que se inscriben, por una parte, el sujeto (Efraín Plaza Olmedo) y por otra, la organización gremial (la SROV). Los procesos judiciales que se abren, en ambos casos, permiten que los sujetos hablen (se “expresen”) por sí mismos. Efraín Plaza Olmedo, quien niega ser defendido por un abogado, esgrime en primera persona las motivaciones profundamente racionales de su accionar, cuestionadas por algunos individuos y organizaciones ácratas no partidarias del uso de la violencia (como el caso del periódico santiaguino La Protesta). Mientras que el proceso judicial instruido en contra de la SROV le permite al autor analizar la visión oligárquica e historiográfica en torno al anarquismo, así como las posibilidades de “diversidad” y “unidad del horizonte anarquista” a comienzos del siglo XX.

En un registro similar se inscribe nuestra propia investigación titulada “‘Sepan que la tiranía de los de arriba, engendra la rebelión de los de abajo’. Represión contra los anarquistas: La historia de Voltaire Argandoña y Hortensia Quinio (Santiago, 1913)” publicada el año 2007 en la revista Cuadernos de Historia de la Universidad de Chile82. En ella, analizamos la represión ejercida contra los anarquistas a partir del allanamiento de 1913 a la “Peluquería del Pueblo” ubicada en el barrio Brasil. A tal efecto, reconstruimos al grupo humano y político que orbita en torno a dicho espacio-social (la peluquería), para posteriormente analizar la represión ejercida contra Voltaire Argandoña y Hortensia Quinio, conocidos agitadores ácratas santiaguinos de comienzos del siglo XX. En nuestro artículo, no nos limitamos solo a registrar los resultados de la violencia estatal sobre el movimiento anarquista. Lo anterior nos permitió analizar los discursos legitimantes de la represión que allanaron el camino para la promulgación de la Ley de Residencia en Chile en 1918. Asimismo, utilizamos la escasa documentación disponible, para destacar las “huellas” fragmentarias de la cultura política ácrata.

La investigación más importante, que constituye un punto de inflexión en la producción historiográfica local en torno al anarquismo, es sin duda el libro del historiador Sergio Grez titulado Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “la Idea” en Chile, 1893-1915, publicado por la Editorial LOM durante el año 200783. El libro de Grez coincide con la emergencia del movimiento estudiantil chileno que desde el año 2001 –con el denominado “mochilazo”– comienza a radicalizar sus demandas en contra de la educación de mercado y el lucro que genera, crispando en un primer momento entre los años 2006 y 2008 y posteriormente durante el ciclo 2011-201384. Los estudiantes, secundarios y universitarios recogen el legado anarquista y se organizan a través de asambleas, incentivando la acción directa y la autoeducación.

En su libro, Grez aborda el origen y el desarrollo de la corriente ácrata en Chile desde las primeras tentativas organizativas por implantar la “Idea” hasta la conformación de la primera Federación Obrera Regional Chilena (FORCH) entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX (1893-1915), período en que el anarquismo alcanzó –según el autor– un grado de desarrollo y maduración que lo convirtió en uno de los principales movimientos de redención social. A través de un exhaustivo trabajo de fuentes documentales, el historiador realiza un análisis del anarquismo chileno desde la óptica que él mismo ha denominado –en abierta polémica con Gabriel Salazar– “historia social con la política incluida”85. Dicha perspectiva plantea un análisis de los movimientos populares, no solo desde el punto de vista estructural, sino también esbozando sus relaciones con otras clases y sectores sociales, a fin de desentrañar la difícil relación entre lo social y lo político. Para ello es además importante para esta mirada, centrarse en la praxis asociativa y en la lucha reivindicativa y política de los sectores obreros y populares. Según el autor, los anarquistas se prestan admirablemente para un enfoque de este tipo, ya que “su proyecto no era (o no es) sólo el de un sociedad futura emancipada y reencontrada consigo misma, sino principalmente, el de una vida presente en el que el ideal se realiza a partir de la construcción de una política y una cultura libertarias enraizadas en los movimientos sociales populares”86. A partir de esta impronta analítica, el libro de Sergio Grez, además de describir la variada gama de posiciones ácratas existentes en el mundo libertario chileno, se enfoca en la relación entre anarquismo y movimiento obrero, en su génesis y fundamentos teóricos en correlato con su práctica social, y por último, en las relaciones que estableció con otras corrientes políticas e ideológicas –como el socialismo y la “Democracia”, pero también con el Estado y las clases dominantes–. De esta forma, el libro de Grez es un aporte sustancial en el rescate de la historia de los anarquistas chilenos, ya que como el mismo autor señaló en una entrevista en el marco de su lanzamiento, con él pretendía situar históricamente el fenómeno del anarquismo, tratando de ver los aciertos y desaciertos de un movimiento revolucionario que aspiraba a la transformación radical de la sociedad, a través de una mirada “lo más verídica posible”87.

Al año siguiente, en 2008, el historiador libertario Óscar Ortiz, quien fuera secretario personal del sindicalista revolucionario Clotario Blest entre 1968 y 1990, publicó un nuevo libro llamado Nuevas crónicas anarquistas de la subversión olvidada88, con el que venía a ampliar aquel del año 200289. Como señala Ortiz, con el mismo proseguía “dos propósitos claros: resguardar la memoria histórica y polemizar entre la elite dirigencial e intelectual”. Para ello

hemos acudido al género literario más arcaico en la historia de la civilización universal, pero a la vez el que mayor acopio de información y registro ha realizado como es la crónica histórica. Al ser de escritura simple, con visión descriptiva, redactado desde la cercanía permite averiguar crudos fragmentos emocionales, y que dentro de la gran historia, pasarían desapercibido. Al ser los protagonistas de carne y hueso, lleva a que el propio lector santifique o demonice, los roles históricos que a cada uno le corresponde90.

Por tales motivos, a pesar de que la obra no se caracteriza por un excesivo rigor documental, aporta una serie de datos y testimonios relativos a los anarquistas chilenos –principalmente de la segunda mitad del siglo XX– que fueron trasmitidos de forma oral.

Ese mismo año, el 2008, se publicó el libro Anarquistas. Presencia libertaria en Chile del historiador Felipe del Solar y del cientista político Andrés Pérez91, el cual, a diferencia de los estudios precedentes sobre el anarquismo chileno, aborda el período comprendido entre los años 1973 y 1990, aportando numerosos y desconocidos antecedentes del “resurgir” de la corriente ácrata durante el período dictatorial, para lo que los autores se apoyan en material inédito, disponible en Chile y en el extranjero (Francia, Italia, España y Holanda). Un sugerente trabajo que, sin duda, hoy en día debe ser ampliado.

Durante 2009, la Editorial Quimantú publicó el libro de Víctor Muñoz titulado Armando Triviño: Wobblie. Hombres, ideas y problemas del anarquismo en los años veinte. Vida y escritos de un libertario criollo92, que se divide en tres partes. La primera constituye un “estudio preliminar” sobre el anarquismo de los años 20, en el cual Muñoz reconstruye los antecedentes biográficos de Triviño con la finalidad de “trascender su individualidad e introducirse en los problemas que afectaron al movimiento obrero de tendencia anarquista” en Chile. Pero además, intenta “dar cuenta de los principales desafíos de los libertarios en el mundo sindical, de sus vicisitudes esenciales y de las luchas que se dieron en su interior”93. En la segunda parte, el historiador anexa el folleto Arengas escrito por Luis Armando Triviño y publicado originalmente en 1923 por la editorial Lux. Finalmente, en la tercera sección, incorpora una selección de escritos de Luis Armando Triviño de comienzos del siglo XX contenidos en la prensa ácrata de Chile y del extranjero (EE.UU. y Argentina).

En un registro diferente se encuentran las investigaciones relacionadas con la figura del médico libertario Juan Gandulfo (dirigente de la Federación de Estudiantes de Chile (FECH) en los años 20) y el Policl&iacuteiacute;nico de la Industrial Workers of the World, que funcionó en Santiago entre los años 1923 y 1942. Destacan en este sentido el artículo de Ricardo Zalaquett titulado “¡Siembra, juventud! La tierra es propicia, el momento es único. No es NERUDA sino GANDULFO, el cirujano”, publicado en la Revista Médica de Chile el año 200594, así como la investigación de Fabián Pavez, “Experiencias autogestionarias en salud: El legado de Gandulfo en La Hoja Sanitaria y el Policlínico de la Organización Sindical Industrial Workers of the World (1923-1942)”, publicado en el año 2009 en la misma revista95. Ambos artículos relevan las prácticas “médicas” y “sanitarias” desarrolladas por el anarquismo orientadas a mejorar la salud popular, inscribiéndose dentro de la que se conoce como “Historia de la Medicina”, un campo desconocido y aún inexplorado en la historiografía nacional96.

 

Tercer momento (2010-2015): la diversificación de las investigaciones referidas al anarquismo

Desde el punto de vista historiográfico, el período 2010-2015 está caracterizado por la publicación de investigaciones relacionadas con el devenir del anarquismo que traspasan desde el punto de vista temporal la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931), por una parte, así como por investigaciones específicas relacionadas con militantes “destacados”, movimientos huelguísticos en donde los elementos ácratas tuvieron un protagonismo considerable y, finalmente, aquellas referidas a sus prácticas culturales, morales97 y educativas –dentro de las que se incluyen, por ejemplo, el teatro98 y la prensa escrita99–, antagónicas a las dominantes. Es decir, las investigaciones desarrolladas durante este período amplían las miradas, planteándose nuevos y novedosos objetos de estudio relativos al anarquismo criollo.

En la primera categoría destacan las investigaciones de Víctor Muñoz Cortés (2013), Sebastián Allende (2013) y Víctor Venegas (s/f), los cuales abordan indistintamente períodos no muy trabajados hasta ese entonces por la historiografía sobre el anarquismo.

El libro de Víctor Muñoz Sin Dios Ni Patrones. Historia, diversidad y conflictos del anarquismo en la región chilena (1890-1990), publicado por la Editorial Mar y Tierra el año 2013, es el primer intento historiográfico por llevar a cabo un balance del desarrollo histórico global del anarquismo en Chile en el largo plazo, es decir, desde su proceso de configuración hacia fines del siglo XIX (1890) hasta su proceso de “resurgimiento” tras la finalización de la dictadura de Augusto Pinochet (1990), entroncándose con las investigaciones precedentes de Peter DeShazo, Sergio Grez, Felipe del Solar y Andrés Pérez y de Pamela Quiroga.

En la propia, Víctor Muñoz muestra la riqueza y variedad de la actividad política del anarquismo chileno desarrollada durante todo ese amplio arco temporal, así como sus heterogéneas manifestaciones culturales que nutrieron al movimiento obrero y popular en su proceso de conformación y configuración. El libro se estructura en tres secciones. En la primera parte titulada “Un hilo negro en la historia de Chile (1890-1990)”, aborda un siglo de historia ácrata que lo lleva inexorablemente a la necesidad de plantear una periodización. En cada uno de los ciclos propuestos se verifica la expansión y/o retroceso de las ideas libertarias en el seno del movimiento de trabajadores en Chile, relevando, asimismo, el impacto del anarquismo en diversos movimientos sociales. Abarca desde los orígenes y auge del anarquismo en Chile, coincidente con la denominada cuestión social (1880-1925), hasta el retorno de la democracia en 1990. Es en este apartado en donde plantea la sugerente hipótesis acerca de la supuesta debacle de anarquismo chileno durante la década de 1930, debatiendo principalmente con Jaime Sanhueza Tohá (1994) y sus seguidores –para quienes la defunción del anarquismo chileno se habría producido luego de la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931)–. Según Muñoz, durante esa época habría tenido lugar un fenómeno complejo, que puede ser catalogado como de “auge hacia adentro y crisis hacia afuera”100. Así, según esta mirada, entre 1931 y 1943 el anarquismo se desarrolló internamente como nunca antes en el país, siendo paradójicamente su influencia hacia el resto de la sociedad menor que en períodos anteriores. “Este apogeo del campo libertario se verificó en la consolidación del anarcosindicalismo, en la multiplicación de iniciativas culturales, en la diversificación de luchas, y en la irradiación de actividad en toda la región chilena”101. Para sostener dicha hipótesis, propone una serie de interesantes datos estadísticos.

En la segunda parte, denominada “De los oficios y de las ideas”, el autor aborda, por una parte, el desarrollo orgánico del anarcosindicalismo durante el siglo XX remitiendo a las organizaciones anarquistas o más amplias en las que éstos eventualmente participaron, y por otra, los diversos “oficios libertarios”, en tanto fue el mundo del trabajo –según el autor– el principal medio de socialización de las ideas anarquistas en Chile. En la tercera sección titulada “El árbol de la anarquía. Diversidad de intereses al interior del mundo ácrata”, se describen y analizan aquellos aspectos relacionados con el proyecto cultural del anarquismo criollo, centrándose en la pedagogía libertaria y sus experiencias educativas en Chile; la relación entre el anarquismo local y las letras; la relación entre el anarquismo y el movimiento campesino, cuyo mayor auge se verificó entre 1930-1950, especialmente en el sur austral, en Osorno; la acción libertaria en torno a la problemática de la vivienda popular; el naturismo libertario y la vida sana, eje fundamental de su amplio proyecto de regeneración social; el desarrollo del teatro ácrata, relevando su configuración como un espacio de relaciones sociales bastante particular; la lucha antifascista, plasmada en la solidaridad de los anarquistas chilenos con sus congéneres españoles; y, finalmente, el movimiento anarquista específico, a través de un balance general de su accionar.

Víctor Venegas en su artículo denominado “Organización política anarquista en el Chile de los 50”102, compilado en el libro por Pedro Rozas Del suplicio a la rebeldía en el mundo popular. Genealogías de un pasado que no pasa (Santiago, Editorial Ayún, s/a), aborda las diversas tendencias y agrupaciones existentes al interior del campo ácrata durante una temporalidad también bastante particular: la década de 1950103. En su breve artículo, Venegas señala explícitamente que “el movimiento libertario de principios de siglo XX, al igual que el de los años 50 de dicha centuria y el de la actualidad no es un movimiento homogéneo. Está compuesto por una serie de grupos que se diferencian unos de otros, principalmente en sus estrategias y tácticas. De modo general, esos grupos se pueden clasificar en dos vertientes principales, que con grandes puntos de divergencia conservan posiciones en común. Estas dos corrientes son el anarquismo de raíz individualista y el anarquismo societario o social”104.

El historiador Sebastián Allende105, ligado al Grupo de Estudios José Domingo Gómez Rojas, publicó su libro Entre zapatos, libros y serruchos. Anarquismo y anarcosindicalismo en Chile (1920-1955) en el año 2013, en el que analiza el desarrollo político y cultural del anarquismo y del anarcosindicalismo criollo entre los años 1920 y 1955106. Para ello, aborda desde la llegada al poder de Arturo Alessandri Palma (1920) hasta los albores de la creación de la CUT, central fundada en 1953 y en la que tuvieron una activa participación los sectores anarcosindicalistas –junto a militantes de otras identidades políticas (comunistas, socialistas, trotskistas, etc.)–107. Allende divide su investigación en tres períodos, desde el punto de vista cronológico, luego de presentar, brevemente, los antecedentes históricos de la irrupción del anarquismo en Europa y América Latina durante el siglo XIX. En el primero, que abarca desde 1920 a 1930, aborda sus principales características en el contexto de la crisis del régimen y proyecto oligárquico en Chile, dedicando un breve apartado a la relación entre la Federación de Estudiantes de Chile (FECh) y la corriente ácrata. En el segundo, que se extiende desde 1931 y 1947, es decir, desde la finalización de la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo hasta la promulgación de la Ley Maldita bajo la magistratura de Gabriel González Videla (la cual también golpea a los anarquistas), el autor aborda los principales lineamientos políticos de la CGT, evaluando su accionar en el seno del movimiento de trabajadores y en el campesinado, relación que no siempre ha sido trabajada por la historiografía popular. Finalmente, su último apartado lo dedica al desarrollo del anarcosindicalismo entre los años 1947 y 1955, en el cual recopila, apoyándose en investigaciones previas, algunos antecedentes sobre su influencia y accionar en la URE (Unión en Resistencia de Estucadores), la FONACC (Federación Obrera Nacional del Cuero y del Calzado) y la CUT, así como el rol de esta última organización y de los anarcosindicalistas en la paralización del 7 de julio de 1955, hito “emblemático” en la historia del movimiento popular chileno. Si bien el autor no profundiza en muchos de los temas que propone en su libro, teniendo así un carácter eminentemente descriptivo, el mismo constituye una lectura obligada para todos aquellos interesados en la historia del anarquismo local de las décadas del 20 al 50, especialmente cuando la historiografía tradicional condenó a esta al “basurero de la historia” con la irrupción del “Estado de Compromiso” y el surgimiento y auge del reformismo y nacional-populismo en el seno del movimiento obrero y popular.

Respecto de las biografías sobre figuras libertarias que han tenido protagonismo en las luchas sociales y políticas del siglo XX –el segundo tópico recurrente en la historiografía del anarquismo en este período– es posible destacar las investigaciones de Sergio Grez a propósito de la vida de Magno Espinoza (2010), la de Víctor Muñoz Cortés sobre Julio Rebosio (2011) y nuestra propia investigación, que aborda el desenvolvimiento político del anarcosindicalista y naturista libertario Juan Segundo Montoya (2014). Los tres libros son parte de la colección “Grandes de Chile”, publicada por el Sello Editorial de la Universidad de Santiago de Chile, y grafican a partir de propagandistas canónicos y paradigmáticos diferentes momentos en la historia del anarquismo vernáculo. Magno Espinoza, en calidad de uno de los “padres” fundadores de la corriente ácrata en Chile al despuntar el siglo XX; Julio Rebosio, como activista durante el período de mayor auge del anarquismo nacional –la década del veinte– y Juan Segundo Montoya, en tanto miembro de diversas organizaciones de trabajadores desde la década del veinte en adelante (la IWW, CGT, CUT, ML7J y FACH) y por su insistencia en la R#8220;regeneración integral” de los individuos como propagador del naturismo libertario.

Como ya mencionamos, Sergio Grez analiza la vida del anarquista Magno Espinoza. Su libro se destaca por su rigurosidad en el trabajo de fuentes que le permite reconstruir la historia pública de este agitador en particular, así como el perfil humano de los anarquistas chilenos de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX108. Así, la historia de vida de Magno Espinoza sirve a Grez para analizar el período de la llamada cuestión social en Chile, la tímida y progresiva politización popular y su contracara, la represión patronal y estatal en el contexto de la huelga marítima de 1903 en Valparaíso. La importancia de la obra tiene que ver con el eje que en ella se hace acerca de uno de los protagonistas de las luchas sociales durante el cambio de siglo, cuando aún el movimiento obrero y popular chileno se transformaba, transitando –como ha señalado el mismo Grez– desde el liberalismo popular, democrático y republicano hacia ideologías clasistas y combativas –de “redención social”–, críticas del capitalismo y el statu quo, cuyo fin era nada más y nada menos que la emancipación de los trabajadores.

El historiador Víctor Muñoz, por su parte, desarrolla una biografía social que permite adentrarnos en el apasionante mundo de la historia ácrata en lo que sería su etapa esplendorosa. Persiguiendo ese norte, el autor se centra en la trayectoria del anarquista Julio Rebosio, el propagandista libertario y organizador obrero, al que destaca como caso modal. En sus palabras, “el de Rebosio fue un caso como otros, aunque a nuestro juicio uno trágicamente didáctico respecto al rol del nacionalismo en la represión del movimiento obrero y popular”. De este modo, el personaje adquiere relevancia historiográfica como sujeto político en sí mismo y permite analizar, por una parte, los alcances y aciertos del anarquismo chileno de comienzos del siglo XX y, por otra, reflexionar acerca de la utilización política del nacionalismo y la xenofobia por parte de las clases dominantes chilenas en el conflictivo contexto de desavenencias diplomáticas entre Perú y Chile durante los años 1917-1920109. El autor, a su vez, reflexiona en torno al concepto de agitador extranjero, figura estereotipada utilizada recurrentemente por las oligarquías latinoamericanas para deslegitimar a sus adversarios políticos de procedencia obrera. Anarquistas y socialistas fueron de hecho los más difamados bajo este epíteto, siendo un caso paradigmático el del anarquista Julio Rebosio. Tal excusa permitió en 1918 la implementación de la Ley de Residencia, que puso al margen de la legalidad a todos los “extranjeros indeseables” y legitimó su expulsión de los límites territoriales del Estado chileno.

El año 2014 fue publicada, también por la Editorial Quimantú, nuestra investigación que titulamos La “Huelga del Mono”: Los anarquistas y las movilizaciones contra el retrato obligatorio (Valparaíso, 1913)110. En ella, intentamos reconstruir el detalle de la huelga general desatada durante los meses de octubre y noviembre de 1913, en la cual los obreros ferrocarrileros de Valparaíso plantearon su oposición y rechazo a la aplicación de un decreto ministerial según el cual se establecía fotografiarlos para identificar y así reprimir a los denominados “agitadores profesionales”. Al considerar dicha medida vejatoria, en tanto atentaba contra la integridad y dignidad humana de los trabajadores, rebajándolos a la condición de “reos”, “policías” y “delincuentes”, los gremios obreros aglutinados en la Federación Obrera Regional Chilena (FORCH), dieron muestra de un vasto despliegue organizativo. Enormes comicios públicos se manifestaron y concitaron la solidaridad desde diversos puntos del país así como del exterior (de la Federación Obrera Regional Peruana, por ejemplo), emergiendo así otra característica de las luchas obreras de comienzos de siglo XX: el internacionalismo. Lo particular y novedosos de estas jornadas fue que “a diferencia de los movimientos de protesta social de comienzos del siglo XX, que estallaron principalmente por reivindicaciones económicas, la huelga (…) en Valparaíso, trascendió dichas barreras y puso el acento en aspectos socioculturales y mentales”111.

Mención aparte merece el trabajo historiográfico de Manuel Lagos Mieres desarrollado al margen de la academia, acerca del proyecto político y cultural del anarquismo chileno entre los años 1890 y 1927. Su libro, Experiencias educativas y prácticas culturales anarquistas en Chile (1890-1927), fue publicado en el año 2013 por el Centro de Estudios Sociales Inocencio Pellegrini Lombardozzi112, una instancia societaria propiciada por el mismo autor –al igual que el Taller de Historia Social y Cultural del Anarquismo en Chile, desarrollado en el Centro Social y Contracultural Libereco (que significa Libertad en esperanto), durante abril de 2013 en la ciudad de Santiago–. El libro de Lagos Mieres tiene como principal objetivo analizar aquellas propuestas pedagógicas anarquistas alternativas al sistema educativo formal, desentrañando sus ventajas y desventajas, a propósito de las discusiones actuales respecto de la Escuela y de la educación, carente en muchos casos –como señala el autor– de prácticas y de experiencias organizativas antagónicas al statu quo. Su estudio se acota específicamente a las ciudades de Santiago y Valparaíso, considerando el ingente desarrollo organizativo del anarquismo criollo, además del progreso urbano e industrial que se verificaba en dichas ciudades hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX. Lo anterior es fundamental, ya que a criterio del historiador, las características de esas dos urbes, ciudades-ejes de la economía nacional al despuntar el siglo XX, determinaron las pr&aacuteaacute;cticas culturales, organizativas y políticas del anarquismo capitalino y porteño, dotándolo de una identidad similar, que en algunos casos se entremezclaron y potenciaron mancomunadamente. Apoyándose en estudios referidos al anarquismo español, Lagos señala que la cultura o la “dimensión cultural” fue para el movimiento local, un elemento medular en su desarrollo político e ideológico, que deriva precisamente de la propia ideología libertaria clásica, a favor de acabar con todas las “irracionalidades” propias de la sociedad capitalista-burguesa: la autoridad política, la religión, los ejércitos, etc. Por tanto, la diversidad de prácticas culturales presentes entre los anarquistas, lejos de tener una importancia secundaria, resultaba clave para la formación de sus militantes. Lo que a su vez, en la actualidad, se torna imprescindible para su análisis historiográfico.

El texto se compone de dos partes, divididas a su vez, en dos y tres capítulos, respectivamente. En la primera, que se titula “Experiencias de educación anarquista”, el autor aborda dos tipos de “experiencias”: las de las escuelas libertarias previas a 1920, desarrolladas por los ácratas criollos en el seno de las sociedades en resistencia, en las sociedades mutuales, en las mancomunales y en la colonia tolstoyana capitalina de 1903, y aquellas desarrolladas por anarquistas y fochistas (militantes de la FOCh) durante los años 20 y la asimilación que estos hicieron de las ideas del pedagogo español Francisco Ferrer, asesinado en 1909. En este último punto, Lagos Mieres, complementa los estudios predecesores de la historiadora Leonora Reyes acerca del movimiento educacional de las “Escuelas Racionalistas” de la FOCh desarrollado entre 1921 y 1926. Si bien este tuvo un alcance limitado, en torno a él se fue entretejiendo un verdadero proyecto alternativo basado en valores antagónicos a los hegemónicos –como ser el internacionalismo, el clasismo, el anticlericalismo, el antimilitarismo, el racionalismo, etc.–, que permitieron a la postre, la generación de individuos “emancipados” o, al menos, críticos del sistema de dominación oligárquico. En la segunda parte, que lleva por nombre “Autodidactismo y prácticas culturales: Experiencias más allá de la Escuela”, se abordan las instancias promovidas por los anarquistas tendientes a un “cambio de mentalidad”, a su vez, un cambio ético y moral, trascendentales en el discurso y praxis libertaria para la constitución de sujetos regenerados. Cabe aclarar que si bien la idea de “regeneración social o popular” no fue patrimonio exclusivo de los anarquistas criollos, como sostiene el historiador Sergio Grez Toso, sus militantes la han pregonado insistentemente desde la irrupción de “la Idea” en Chile a fines del siglo XIX. En este apartado, el autor aborda la acción cultural y educativa de los espacios culturales autónomos, destacando la importancia de las conferencias, de la lectura y de las veladas y los paseos campestres, tópico que posteriormente complementará con la edición de su libro Paseos campestres, velas y teatro. Alternativas anarquistas para la ocupación del tiempo libre a comienzos del siglo XX (Santiago-Valparaíso, 1890-1930), publicado recientemente por la Editorial Indómita113.

Durante el año 2014, la editorial Witrän Propagaciones publicó su monumental obra de 824 páginas, ¡Viva la anarquía! Sociabilidad, vida y prácticas culturales anarquistas, Santiago y Valparaíso, 1890-1927. En ella, el autor analiza el proyecto cultural de los anarquistas chilenos entre 1890 y 1927, es decir, desde el estallido de la conflictividad social en Chile hasta los inicios de la dictadura del general Carlos Ibáñez del Campo, es decir, la que sería su edad de oro. En este minucioso estudio, Lagos logra desentrañar la base societaria sobre la cual germinaron muchas de estas prácticas culturales, las organizaciones específicas del anarquismo, tales como las organizaciones de resistencia, abordando sus características, sus formas de funcionamiento y la evolución del propio entramado asociativo identificado con el anarquismo114.

 

A modo de conclusión

Durante mucho tiempo, la historia de las organizaciones anarquistas chilenas fue cubierta por el manto del olvido historiográfico. Hoy en día, gracias a la publicación y difusión de nuevas investigaciones historiográficas –fruto del quiebre de viejos paradigmas y la emergencia de nuevos tras la derrota política y epistemológica de 1973– se ha demostrado que el anarquismo constituyó una de las vertientes ideológicas que nutrió al movimiento de trabajadores en su proceso de constitución como tal, hacia fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. De este modo, contribuyó ampliamente al desarrollo de la conciencia colectiva y la organización social popular revolucionaria. Algunos pocos historiadores “marxistas” –Jorge Barría y Julio César Jobet– de hecho han reconocido esta cuestión con prontitud, entendiendo la importancia del anarquismo para el desarrollo y auge del socialismo en Chile. Mientras tanto, otros, como Hernán Ramírez Necochea, le han atribuido un carácter netamente divisionista, llegando a la conclusión de que tales “elementos anarquistas” eran insuficientes para realizar cambios políticos de magnitud. No bastaban así el idealismo, la entrega absoluta, ni la urgencia revolucionaria aportada por los libertarios para llevar a cabo la tan anhelada transformación social. Dentro del rígido y evolucionista esquema marxista, dichos elementos debían ser superados, en tanto minaban con su prédica antiestatal y antipartidista la capacidad real del movimiento obrero organizado. Es más, para los marxistas “ortodoxos”, el anarquismo en cuanto doctrina social poseía un escaso bagaje teórico, que le otorgaba un carácter irreflexivo y arcaico y mucho más emotivo que racional. El propio Lenin ya había calificado al anarquismo de “concepción del mundo burguesa vuelta al revés”, señalando que era antes que nada una ideología “fruto de la desesperación”. Según él, sus “desorientados” militantes estaban dispuestos a “destruirlo todo” en tanto dejaban de lado las “leyes del desarrollo socio-económico”, sin ser capaces de hacer el menor análisis de la “realidad objetiva”115. Desde el punto de vista de la disciplina histórica, el artículo de Eric Hobsbawm titulado “Reflexiones sobre el anarquismo” (1969)116 plantea una perspectiva similar, según la cual la ideología libertaría estaría desprovista de cualquier clase de mérito político, cultural e historiográfico.

La actual revalorización historiográfica del anarquismo ha tenido profundas consecuencias, ya que ha permitido ampliar el objeto de estudio por una parte y enriquecer los enfoques y las metodologías por otra117. Los principales aportes de este “nuevo” resurgir de la historia política han potenciado la historia del anarquismo en Chile, ya que no se puede disociar del análisis histórico la dimensión política de aquellos individuos o colectivos que proponen formas divergentes de organización social, económica y política y que con ellas buscan alterar el statu quo. Asimismo, los nuevos enfoques que han “revalorizado” la historia política, han ampliado la propia categoría de lo que se entiende por “político”, incorporando en sus análisis a sujetos que habían sido invisibilizados tanto por la historiografía tradicional, como por aquella marxista. El retorno de la conciencia, de la subjetividad y la “revalorización” de la significación de los acontecimientos, han permitido la “reintepretación” de aquellas situaciones generadoras de rupturas y continuidades en el desarrollo histórico. Relacionado con el anarquismo, en particular, el enfoque culturalista ha sido tan pertinente como útil y ha abierto nuevas vetas de investigación, superando aquellos viejos enfoques “estructuralistas” según los cuales la dimensión material era lo determinante a la hora de analizar la adscripción ideológica de los sectores populares en desmedro de la dimensión subjetiva: sus intereses y su cultura. Esas interpretaciones plantearon asimismo una relación mecánica entre lo que entendían como los sectores sociales “atrasados”, los artesanos urbanos y los campesinos, y la que sería indefectiblemente su ideología, el anarquismo. Vinculación que hoy en día ha sido puesta en cuestión y superada por muchos investigadores que tienen por objeto de estudio el anarquismo y anarcosindicalismo inserto en un medio social tan particular como lo es el latinoamericano: Ricardo Melgar Bao, Sergio Grez, Clara Lida, Juan Suriano, Ivanna Margarucci, Manuel Lagos, Víctor Muñoz, etc.

La interpretación estructuralista simplificó la vinculación clases sociales e ideología sin prestar atención a situaciones específicas, ya que la adhesión a una u otra tendencia ideológica por parte de los trabajadores y de los sectores populares respondió (y aún responde en la actualidad) en ciertos contextos, como el de América Latina, a la clase de propuestas formuladas, más que a determinismos socio-económicos. La “conciencia de clase” no es automática, es decir, no surge de forma espontánea, sino que al contrario requiere de una reflexión especial por parte de los individuos potencialmente “portadores” de ella. Esta idea es crucial a la hora de analizar al movimiento de trabajadores en particular y al de los sectores populares en general, ya que pone en entredicho las bases mismas del dominante estructuralismo, al reivindicar el rol de los sujetos en la historia y la dimensión cultural. En el desarrollo histórico –y por ende en la trasformación social– no existen grupos sociales con consciencias predeterminadas “mesiánicamente”, sino que éstas son condicionadas precisamente por el mismo desarrollo histórico y, en algunos casos, consecuencia de estructuras de diverso tipo. De esta forma, la “conciencia de clase” se modifica a partir del contexto histórico y las tradiciones culturales, las que a su vez influyen en la organización política de los individuos para hacer frente a sus problemáticas cotidianas y al dominio de quienes los oprimen, las clases dominantes.

Al “superar” el análisis estructural del movimiento obrero, el anarquismo cobró un protagonismo historiográfico, en tanto corriente ideológica que junto a otras –el socialismo marxista, el mutualismo, el social-cristianismo– ha viabilizado, ha hecho posible la politización popular. Este planteamiento es precisamente la base de las nuevas investigaciones sobre el anarquismo desarrolladas desde fines de 1980 hasta el día de hoy. Asimismo, el enfoque culturalista permitió poner la atención no solo en las dirigencias y en las instituciones políticas y gremiales, sino también en las bases, relevando las biografías y las trayectorias individuales y militantes de los sujetos anarquistas. Vale la advertencia: dichos textos biográficos presentan una serie de limitaciones en tanto relatos historiográficos, especialmente cuando versan sobre figuras tan cautivantes y apasionantes como únicas en su rechazo radical hacia el sistema de dominación y el status quo. Una de ellas es, por ejemplo, la tentación hagiográfica118.

En suma, la historia del anarquismo ha sido y está siendo sometida a renovadas críticas: historiográficas, pero también políticas e ideológicas. Discusiones vigentes y necesarias, considerando el aumento cuantitativo y cualitativo de su presencia en organizaciones sociales, especialmente estudiantiles –secundarias y universitarias– y, en menor medida, en el ámbito sindical119. El presente que cuando sea pasado sobrevendr&aaaacute; como un nuevo relato histórico, esperemos, apoyado sobre la base de todo el esfuerzo teórico e historiográfico que aquí hemos reseñado.

 

Notas

1 Eduardo Devés, “La cultura obrera ilustrada chilena y algunas ideas en torno al sentido de nuestro quehacer historiográfico”, Mapocho, n°32, Santiago, 1992, p. 127.         [ Links ]


2 En 1957, los anarcosindicalistas abandonaron la Central Única de Trabajadores (CUT). Véase Antonio Lagos, “El anarcosindicalismo en la década de los 50”, Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia, Universidad de Chile, 2001.         [ Links ]

Véase, asimismo, Eduardo Godoy, “Las luchas internas de la Central Única de Trabajadores (CUT) y el paro del 7 de julio de 1955: Dos tradiciones obreras en pugna”, Yuyaykusun 7, Revista del Departamento Académico de Humanidades de la Universidad Ricardo Palma, Lima, pp. 143-153.


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96609-3" href="#footnote-96609-3-backlink">3 Víctor Muñoz, Sin Dios Ni patrones. Historia, diversidad y conflictos del anarquismo en la región chilena (1890-1990), Valparaíso, Mar y Tierra Ediciones, 2013, pp. 82-86.         [ Links ]

Véeacute;ase, asimismo, Pamela Quiroga, “La diversidad anarquista: Santiago, 1990-2005”, Informe de seminario para optar al grado de Licenciada en Historia, Universidad de Chile, Santiago, 2005, pp. 296-303.         [ Links ]


4 Como señala el historiador catalán Xavier Diez, es difícil de definir el concepto de anarquismo, ya que a diferencia de otras corrientes políticas y filosóficas, fundamentadas en unos preceptos teóricos y contribuciones limitadas, el anarquismo resulta un conjunto de ideas, prácticas y conceptos extremadamente flexibles y proclives a interpretaciones subjetivas. En consecuencia, para efectos de este artículo, entendemos por anarquismo, siguiendo a Víctor Muñoz, un “movimiento político surgido en Europa a mediados del siglo XIX, profundizado teóricamente por su desarrollo global, y que propone la construcción de individuos y sociedades ajenas a toda dominación, sea ésta cultural, política o económica (…) Un movimiento heterogéneo, un horizonte de múltiples iniciativas más o menos enlazadas, cruzado por distintas cosmovisiones, disputas y tendencias, muchas de ellas en contradicción y pugna. De esta realidad, se deduce que los problemas que afectan a un sector, o a un determinado espectro de grupos, no necesariamente perturban a la totalidad. Distinciones temáticas, geográficas, temporales, divisiones políticas, alternativas programáticas, también confirman la inexistencia de un conjunto monolítico”. Para mayores antecedentes, véase Xavier Díez, “Pensamiento político del anarquismo decimonónico”. En Antonio Robles Egea y Manuel Menéndez Alzamora, Pensamiento político en la España contemporánea, Madrid, Trotta, 2013. p. 199;         [ Links ]

Víctor Muñoz Cortés, Sin Dios Ni patrones…, op. cit., p. 6.


5 José Ponce y Aníbal Pérez, “La revitalización de la historiografía política chilena”, Polis. Revista Latinoamericana, Vol. 12, n°36, 2013, p. 455.         [ Links ]


6 Véase a modo de ejemplo: Olga Ulianova (Ed.), Redes políticas y militancias. La historia política está de vuelta, Santiago, Ariadna-Universidad de Santiago de Chile, s/a.         [ Links ]


7 José Ponce y Aníbal Pérez, “La revitalización de la historiografía…”, p. 469.
8 Eduardo Devés, “La cultura obrera ilustrada chilena…”, op. cit., p. 128.


9 Guillermo Palacios, “Entre una “nueva historia” y una “nueva historiografía” para la historia política de América Latina en el siglo XIX”. En Guillermo Palacios (Coord.), Ensayos sobre la nueva historia política de América Latina. s. XIX, México, El Colegio de México, 2007.         [ Links ]


10 Carlos Altamirano, “De la historia política a la historia intelectual: reactivaciones y renovaciones”, Prismas. Revista de Historia Intelectual, n°9, 2005.         [ Links ]


11 Tania Tamayo, Caso Bombas. La explosión en la fiscalía sur, Santiago, LOM Ediciones, 2012.         [ Links ]


12 Nelson Méndez, “Anarquismo en América Latina: Consideraciones en torno a su historia, rasgos y perspectivas”, Estudios. Revista de Pensamiento Libertario, n°2, Madrid, 2012.         [ Links ]

Véase, asimismo, Nelson Méndez y Alfredo Vallota, Bitácora de la utopía: Anarquismo para el siglo XXI, Córdoba, Enciende Ediciones, 2004.


Links ]

96609-13" href="#footnote-96609-13-backlink">13 Respecto de las organizaciones marxistas en Chile y América Latina, véase Claudio Pérez y Pablo Pozzi (Eds.), Por el camino del Che. Las guerrillas latinoamericanas, 1959-1990, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires-Universidad Academia de Humanismo Cristiano-Red Latinoamericana de Historia Oral-Imago Mundo, 2012.         [ Links ]

Sobre el Mapu-Lautaro, en particular, véase el recientemente publicado libro de Nicolás Acevedo, MAPU-LAUTARO, Santiago, Ediciones Escaparate, 2014.         [ Links ]


14 El Grupo de Investigación e Historia Anarquista Julio Rebosio fue fundado el año 2009 y una de sus iniciativas fue la conformación del Archivo Histórico “La Revuelta” y la recopilación de fuentes relacionadas con la historia del anarquismo en Chile. Respecto de este último, véase “Archivo Histórico ‘La Revuelta’. Una nueva iniciativa de documentación anarquista en la región chilena”, El Surco, Santiago, agosto 2009, p. 4.         [ Links ]


15 Véase a modo de ejemplo, Hombre y Sociedad (Santiago, 1985/1997-2008), Acción Directa (2006-2010), Germen (Santiago, 2009-2010), Vendaval (2009), Erosión (2012-2015) y La Brecha (2015), entre otras.
16 Véase a modo de ejemplo, Ideácrata (Santiago, 2003-2006), Opción Libertaria (Temuco, 2005-2007), Agitación (Santiago, 2007-2009), El Surco (Santiago, 2009-2013), Solidaridad (Santiago, 2010-2015) y El Anárquico (Santiago, 2015), entre muchos otros.
17 Véase Felipe del Solar y Andrés Pérez, Anarquistas. Presencia libertaria en Chile, Santiago, RIL Editores, 2008.
18 Véase a modo de ejemplo, la declaración del 17 de septiembre de 1973 de la Federación Libertaria Argentina (FLA) titulada “Frente al golpe militar en Chile”, Reconstruir, n° 86, Buenos Aires, septiembre-octubre 1973, p. 9. En ella se señalaba: “Es un deber de todos los hombres de espíritu libre –aún por encima de las más respetables diferencias de enfoques del proceso chileno– prestar la mayor solidaridad y aliento al valiente y digno pueblo hermano en la defensa de sus legítimos derechos y en las luchas que habrá de sostener cada vez más para asegurarse un destino de justicia y libertad frente a toda represión y toda dictadura”.


19 Véase a modo de ejemplo, M. Chelles, “A propósito de Chile y la revolución”, Presencia. Tribuna Libertaria, Toulouse, 1974, 1er trimestre, pp. 7-9.         [ Links ]


20 Véase Manuel Acuña, Prolegómenos a las grandes protestas del ’83, Estocolmo, Editorial Senda/Förlag, 2012.
21 Ernesto Miranda Rivas nació en la ciudad de San Carlos en 1915. Fue un activo dirigente del calzado desde los años treinta. Entre 1941 y 1942 fue Secretario General de la Confederación General de Trabajadores (CGT) y uno de los fundadores de la CUT en 1953. Murió en Santiago de Chile en 1978. En su velorio oficiaron de oradores Clotario Blest Riffo y el anarcosindicalista y naturista libertario Juan Segundo Montoya.


22 Véase el relato del anarquista Roberto Torres, en Pamela Quiroga, “La diversidad anarquista: Santiago, 1990-2005”, Informe de seminario para optar al grado de Licenciada en Historia, Universidad de Chile, Santiago, 2005, p. 298.         [ Links ]


23 Boletín del 5° Congreso de la CNT, diciembre de 1979, “Dossier Chile”, p. 8. Citado en Felipe del Solar y Andrés Pérez, Anarquistas. Presencia Libertaria en Chile… op. cit., p. 103.


24 Para el detalle de los antecedentes, véase Eduardo Godoy, Juan Segundo Montoya (1899-1988). La consecuencia de un anarcosindicalista y naturista libertario en Chile, Santiago, Editorial USACH, 2014.         [ Links ]


25 En el Boletín se señalaba: “La C.L.L.A., anuncia la pronta aparición del libro “Rezeñas (sic) históricas del movimiento obrero-sindical en Chile”, cuyo autor es el compañero Juan 2° Montoya” (pág. 5). Es preciso señalar que dicho libro nunca llegó a publicarse.
26 Boletín América Latina Libertaria. Boletín de Informaciones y Contactos. Se agradece al historiador Felipe del Solar por proporcionarnos una copia digital de dicho documento el año 2013.


27 Mario Garcés y Gonzalo de la Maza, La explosión de las mayorías. Protesta Nacional 1983-1984, Santiago, ECO, 1985.         [ Links ]


28 Respecto de las motivaciones a nivel global del resurgir del anarquismo, véase Pamela Quiroga, “La diversidad anarquista: Santiago, 1990-2005”, Informe de seminario para optar al grado de Licenciada en Historia, Universidad de Chile, Santiago, 2005, pp. 298-303.         [ Links ]


29 Héctor Pavelic, “L’anarquisme Xilè (1980-1995): Resistència y reorganització”, pp. 115-119. En Héctor Pavelic, Pisagua i altres escrits, Mallorca, Ateneu Llibertari Estel Negre, 2001.         [ Links ]

Agradecemos al autor por regalarnos un ejemplar de su libro el año 2010 en la ciudad de Iquique.
30 Su breve ensayo había sido publicado en 1936. Su publicación posterior en 1981 responde a un proyecto mayor coordinado por Chantal López y Omar Cortés, miembros de Ediciones Antorcha del D.F. de México. Su tiraje fue de 1.000 ejemplares.


31 Peter DeShazo, Urban Workers and Labour Unions in Chile, 1902-1927, Madison, Wisconsin University Press, 1983.         [ Links ]

Véase, asimismo, la edición en español: Peter DeShazo, Trabajadores urbanos y sindicatos en Chile: 1902-1927, Santiago, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana-DIBAM, 2008.         [ Links ]


32 En 1936, Luis Heredia publicó su folleto titulado: Cómo se construirá el socialismo (Ediciones CGT, Valparaíso). En la década del cincuenta se reconvierte al mutualismo y le da su apoyo al presidente derechista Jorge Alessandri Rodríguez.
33 Eduardo Godoy, La “Huelga del Mono”: Los anarquistas y las movilizaciones contra el retrato obligatorio (Valparaíso, 1913), Santiago, Editorial Quimantú, 2014.


Links ]

96609-34" href="#footnote-96609-34-backlink">34 El único estudio monográfico que existe de la IWW en Chile es el de Mario Araya, “Los wobblies criollos. Fundación e ideología en la región chilena de la Industrial Workers of the World-IWW (1919-1927)”, Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia y Ciencias Sociales, Universidad ARCIS, 2008. Aún sin publicar.         [ Links ]


35 Luis Heredia, El anarquismo en Chile (1897-1931), México, Ediciones Antorcha, 1981.         [ Links ]


36 Tesis discutida –con matices– por historiadores como Julio Pinto, Sergio Grez y Jorge Rojas Flores.


37 Jorge Rojas Flores, “Los trabajadores en la historiografía chilena. Balances y proyecciones”, Revista de Economía & Trabajo, n°10, Santiago, 2000, p. 72.         [ Links ]


38 Vale señalar que en 1946 la historiadora Fanny Simon publicó “Anarchism and Anarcho-Syndicalism in Latin America”, Hispanic American Review, Vol. XXVI, Feb. 1946.         [ Links ]


39 Jean Andreu et al., Anarkos. Literaturas libertarias de América del Sur, 1900 (Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay), Buenos Aires, Corregidor, 1990.         [ Links ]


40 Jean Andreu, “Contracultura libertaria en el Río de la Plata y Chile”, Hacia una historia social de la literatura, Giessen, Losada-Bremer Editores, 1985.         [ Links ]


41 Maurice Fraysse, “Aspects de la violence dans la presse anarchiste du Chili (1898-1914)”, Caravelle n°46, Toulouse, 1986.         [ Links ]


42 Eduardo Míguez y Álvaro Vivanco, “El anarquismo y el origen del movimiento obrero en Chile, 1881-1916”, Andes, n°6, IEC, 1987.         [ Links ]


43 Eduardo Míguez y Álvaro Vivanco, “El anarquismo y el origen del movimiento obrero en Chile. 1881-1916”, Memoria para optar al Título de profesor de Estado en Historia y Geografía, Universidad Católica de Valparaíso, 1987.         [ Links ]

Existe una edición en papel del año 2007, parte de la Colección Ego Aguirre, editado por Fermín Nawel.
44 Aunque sostenían en su nota n°2: “No obstante Peter DeShazo en su trabajo sobre el movimiento obrero urbano realiza un valioso aporte de la historia del movimiento anarquista, su investigación por su perspectiva y marco teórico no cabe en los límites de la historiografía popular”, p. 132.


45 José Ponce y Aníbal Pérez, “La revitalización de la historiografía política chilena”, Polis. Revista Latinoamericana, Vol. 12, n° 36, 2013.     &nbspnbsp;   [ Links ]


46 Eduardo Míguez y Álvaro Vivanco, “El anarquismo y el origen del movimiento obrero en Chile, 1881-1916”. En Andes, n°6, IEC, 1987, p. 93.         [ Links ]


47 Ibíd., pp. 93-95.
48 Marcelo Mendoza, “El anarquismo en Chile”. En APSI, Santiago, edición del 29 de diciembre de 1986 al 1° de enero de 1987 y edición del 12 de enero al 25 de enero de 1987.


49 Claudio Rolle, Anarquismo en Chile. 1897-1907, Memoria para optar al grado de Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1985.         [ Links ]


50 Véase Igor Goicovic, Movimiento de Izquierda Revolucionaria, Santiago, Ediciones Escaparate, 2012, p. 17.         [ Links ]

Para la fundación del MIR, véase además, Carlos Sandoval, Movimiento de Izquierda Revolucionaria, 1965-1970. Coyunturas, documentos y vivencias, Tomo I, Santiago, Editorial Quimantú, 2014.         [ Links ]


51 “The re-emergence of anarchism in Chile”, No Middle Ground. Anti-Authoritarian Perspective on Latin America and the Caribbean n°2, Fall 1983.         [ Links ]

Agradecemos el acceso a este artículo al historiador Raymond Craib, quien nos lo envió digitalizado desde Ithaca, New York, Estados Unidos.


52 Darío Cortés, La narrativa anarquista de Manuel Rojas, Madrid, Pliegos de Bibliofilia, 1986.         [ Links ]


53 Felipe del Solar y Andrés Pérez, Anarquistas. Presencia libertaria en Chile, Santiago, RIL Editores, 2008;         [ Links ]

Pamela Quiroga, “La diversidad anarquista: Santiago, 1990-2005”, Informe de seminario para optar al grado de Licenciada en Historia, Universidad de Chile, Santiago, 2005.         [ Links ]


54 Víctor Muñoz, op. cit., y Felipe del Solar y Andrés Pérez, op. cit.


55 Jorge Rojas, La dictadura de Ibáñez y los sindicatos, Santiago, DIBAM, 1993.         [ Links ]


56 Luis Vitale, De Martí a Chiapas, Balance de un Siglo, Santiago, Editorial Síntesis-CELA, 1995.         [ Links ]

Capítulo V: “La influencia del movimiento anarquista”, pp. 137-144.


57 Héctor Pavelic, Caliche Rostro de Pampino. Cronología histórica del movimiento obrero y los anarquistas en las luchas sociales de Chile, Iquique, Editorial Flora Sanhueza, 1996.         [ Links ]


58 Larry Gambone, The Movement Libertarian in Chile. Mutualism and Anarchosyndicalism from 1840 to the present, Montreal, Red Lion Press, 1997.         [ Links ]


59 Jaime Sanhueza, “La Confederación General de Trabajadores y el anarquismo chileno de los años 30”, Historia 30, Santiago 1997.         [ Links ]


60 Julio Pinto, “El anarquismo tarapaqueño y la huelga de 1907: ¿apóstoles o líderes?”. En Pablo Artaza et al., A 90 años de los sucesos de la Escuela Santa María de Iquique, Santiago, Ediciones de la DIBAM-LOM Ediciones-Universidad Arturo Prat, 1998.         [ Links ]


61 Luis Vitale, Contribución a una historia del anarquismo en América Latina, Santiago, Ediciones Espíritu Libertario, 2002, p. 148.         [ Links ]

Véase, asimismo, Luis Vitale, Contribución a una teoría de la historia específica para América Latina, Santiago, 2008, pp. 139-140.         [ Links ]


62 Luis Vitale, De Martí a Chiapas. Balance de un siglo, Santiago, Síntesis-CELA, 1995, pp. 140-41.         [ Links ]


63 Ibíd., p. 144.


64 Véase solo a modo de ejemplo, Sergio Grez, Historia del comunismo en Chile. La era de Recabarren (1912-1924), Santiago, LOM Ediciones, 2011;         [ Links ]

y Olga Ulianova, Manuel Loyola y Rolando Álvarez (Eds.), 1912-2012. El siglo de los comunistas chilenos, Santiago, IDEA-USACH, 2012.         [ Links ]


65 Respecto de su historia militante, véase el texto en catalán, Héctor Pavelic, Pisagua i altres escrits, Mallorca, Ateneu Llibertari Estel Negre, 2001.         [ Links ]


66 Jaime Sanhueza, “Anarcosindicalismo y anarquismo en Chile. La Confederación General de Trabajadores (1931-1938)”, Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1994.         [ Links ]


67 Ibíd., p. 29.


68 Denis Karning, “Felix Lopez and the Chilean labor movement portrait of an anarchist in 20th century Latin America an oral testimony”, Thesis Master of Arts, Universidad de Miami, Florida, 1996.         [ Links ]


69 Respecto de la figura de Cipriano Mera, véase Luis Ledesma, “20 personajes claves de la historia del anarquismo español”. En Julián Casanova (Coord.), Tierra y Libertad. Cien años de anarquismo en España, Barcelona, Crítica, pp. 553-256.         [ Links ]


70 Respecto del teatro véase ácrata: Sara Rojo, “Teatro chileno y anarquismo (desde comienzos de siglo XX hasta el período dictatorial)”, Aisthesis, Vol. 44, 2008;         [ Links ]

y Sergio Pereira, “La dramaturgia anarquista en Chile. Un discurso de resistencia cultural”, Estudios Filológicos, n° 44, 2009.         [ Links ]


71 Eduardo Godoy, “El discurso moral de los anarquistas chilenos en torno al alcohol a comienzos del siglo XX”, pp. 121-144. En Juan Carlos Yánez (Ed.), Alcohol y Trabajo. El alcohol y la formación de las identidades laborales en Chile, Siglos XIX y XX, Osorno, Editorial Universidad de Los Lagos, PEDCH, 2008.         [ Links ]


72 Mario Araya, “El proceso a los subversivos: persecución, montaje y encierro contra el proletariado anarquista de los años veinte”, Acción Directa, n°3, Santiago, primer trimestre de 2007;         [ Links ]

Mario Araya, “El miedo a los anarcos: Bomba en el convento de los carmelitas descalzos ¿Montaje o terrorismo? (1911-1912)”, Acción Directa, n°5, Santiago, segundo semestre de 2007;         [ Links ]

y Eduardo Godoy, “Voltaire Argandoña: La fragmentaria vida de un luchador”, Vendaval, n°1, Santiago, 2009.


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96609-73" href="#footnote-96609-73-backlink">73 El año 2009 fue publicada una segunda edición; véase Osvaldo Arias, La prensa obrera en Chile 1900-1930, Santiago, Ariadna, 2009.         [ Links ]


74 Antonio Godoy, “El caso de la prensa anarquista en la prensa obrera”, Investigación y Crítica 4, CLACSO, Buenos Aires, 2000.         [ Links ]


75 Dado el escaso acceso a dicho artículo, el año 2004 fue publicado nuevamente. Véase Elizabeth Hutchison, “From “La mujer esclava” to “La mujer Limón”: Anarchism and politics of sexuality in early-tewentieh-century Chile”, Pensamiento Crítico, n°4. Revista Electrónica de Pensamiento, noviembre 2004.         [ Links ]


76 La Editorial Espíritu Libertario existió entre los años 2001 y 2011 y su “comité fundacional” estaba compuesto por: Marcela Araya, Ricardo Sepúlveda, Óscar Ortiz y Juan Rivas. Publicó 10 libros: La ideología anarquista de Ángel Cappelletti; Textos anarquistas de Mijaíl Bakunin y Luigi Fabbri; Crónicas anarquistas de la subversión olvidada de Óscar Ortiz; Contribución a la historia del anarquismo en América Latina de Luis Vitale; Ni víctimas ni verdugos de Albert Camus; Apuntes sobre el viaje de Albert Camus a Chile de Juan Rivas y Nibaldo Mosciatti; Anarquismo de Noam Chomsky; El anarquismo en la globalización de Osvaldo Escribano; Mujeres y prensa anarquista en Chile (1897-1931) de Adriana Palomera y Alejandra Pinto; y, finalmente, Nietzsche, Marx y Freud de Michel Foucault.


77 Adriana Palomera y Alejandra Pinto (Comp.), Mujeres y prensa anarquista en Chile (1897-1931), Santiago, Ediciones Espíritu Libertario, 2006,         [ Links ]

p. 16. El libro contó además con la colaboración de Jacqueline Peña.
78 Ibíd., p. 16.


79 Igor Goicovic, “El discurso de la violencia en el movimiento anarquista chileno (1890-1910)”, Revista de Historia Social y de las Mentalidades, n°7, Santiago, Universidad de Santiago de Chile, Primavera 2003.         [ Links ]


80 Alberto Harambour, “‘Jesto y Palabra, Idea y Acción’. La Historia de Efraín Plaza Olmedo”, VV.AA., Arriba Quemado el Sol, Estudios de Historia Social Chilena: Experiencias populares de trabajo, revuelta y autonomía (1839-1940), Santiago, LOM, 2004.         [ Links ]


81 Alberto Harambour, “La Sociedad en Resistencia de Oficios Varios y el Horizonte Anarquista, 1911-1912”. En Lucía Stetcher y Natalia Cisternas (Ed.), América Latina y el Mundo. Exploraciones en torno a identidades, discursos y genealogías, Santiago, Centro de Estudios Culturales de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, 2005.         [ Links ]


82 Eduardo Godoy, “‘Sepan que la tiranía de los de arriba, enjendra la rebelión de los de abajo’. Represión contra los anarquistas: La historia de Voltaire Argandoña y Hortensia Quinio (Santiago, 1913)”, Cuadernos de Historia 21, Santiago, septiembre de 2007.         [ Links ]


83 Sergio Grez, Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “la Idea” en Chile, 1893-1915, Santiago, LOM Ediciones, 2007.         [ Links ]

Este mismo año se publica también, el libro del periodista Andrés Brignardello, Valparaíso Anarquista. Notas para una historia social de la ciudad, Valparaíso, FONDART, 2007.         [ Links ]


84 A propósito de las manifestaciones estudiantiles, véase VV.AA., De actores secundarios a estudiantes protagonistas. Versión 2.0, Santiago, OPECH-Editorial Quimantú, 2010.         [ Links ]


85 Véase Sergio Grez, “Escribir la historia de los sectores populares. ¿Con o sin la política incluida? A propósito de dos miradas a la historia social (Chile, siglo XIX)”, Política, n°44, Instituto de Asuntos Públicos, Universidad de Chile, Santiago, 2005, pp. 17-31.         [ Links ]


86 Véase http://www.elciudadano.cl/2007/10/02/899/sergio-grez-historiador-no-hay-un-tipo-unico-de-anarquista-ni-ahora-ni-hace-cien-anos/
87 Ibíd.


88 Óscar Ortiz, Nuevas crónicas anarquistas de la subversión olvidada, Santiago, Editorial La Simiente, 2008.         [ Links ]


89 Óscar Ortiz, Crónica anarquista de la subversión olvidada, Santiago, Ediciones Espíritu Libertario, 2002.         [ Links ]


90 Óscar Ortiz, Nuevas crónicas anarquistas…, op. cit., p. 7.
91 Felipe del Solar y Andrés Pérez, op. cit., 2008.
92 Víctor Muñoz, Armando Triviño: Wobblie. Hombres, ideas y problemas del anarquismo en los años veinte. Vida y escritos de un libertario criollo, Santiago, Editorial Quimantú, 2009.


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96609-93" href="#footnote-96609-93-backlink">93 Ibíd., p. 7.


94 Ricardo Zalaquett: “¡Siembra, juventud! la tierra es propicia, el momento es único. No es NERUDA sino GANDULFO, el cirujano”, Revista Médica de Chile, Santiago, vol.133, n°3, Mar. 2005.         [ Links ]


95 Fabián Pavez, “Experiencias autogestionarias en salud: El legado de Gandulfo en La Hoja Sanitaria y el Policlínico de la Organización Sindical Industrial Workers of the World (1923-1942)”, Revista Médica de Chile, Santiago, vol.137, Mar. 2009.         [ Links ]


96 Nicolás Fuster y Pedro Moscoso han abierto una interesante línea de investigación al respecto. Véase Nicolás Fuster y Pedro Moscoso, La Hoja Sanitaria. Archivo del Policlínico Obrero de la IWW. Chile 1924-1927, Santiago, CEIBO Ediciones, 2015.


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96609-97" href="#footnote-96609-97-backlink">97 Véase Eduardo Godoy, “Lucha temperante y “amor libre”. Entre lo prometeico y lo dionisiaco: El discurso moral de los anarquistas chilenos al despuntar el siglo XX”, Cuadernos de Historia, n° 34, Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile, junio 2011, pp. 127-154.         [ Links ]


98 Véase Sergio Grez, “Resistencia cultural anarquista: poesía, canto y dramaturgia en Chile”. En Clara E. Lida y Pablo Yankelevich, Cultura y política del anarquismo en España e Iberoamérica, México DF, El Colegio de México, 2012.         [ Links ]


99 Véase Víctor Muñoz, Cuando las bombas son de papel. El Estado y la propaganda anarquista impresa (Región chilena 1915-1927), Talca, Ediciones Ac&eeacute;falo, 2012.         [ Links ]


100 Ibíd., p. 58.
101 Ibíd., p. 58.


102 Es preciso señalar que su artículo es una síntesis de su tesis para optar al grado de Licenciado en Historia y Ciencias Sociales por la Universidad ARCIS, en conjunto con Cristian Bustamante. Véase Víctor Venegas y Cristian Bustamante, “Anarquistas en el Chile de los 50. Política libertaria en busca de la unidad revolucionaria”, Tesis para optar al grado académico de Licencia en Historia y Ciencias Sociales, Universidad ARCIS, 2008.         [ Links ]


103 Víctor Venegas, “Organización política anarquista en el Chile de los 50”. En Pedro Rozas (Comp.), Del suplicio a la rebeldía en el mundo popular. Genealogías de un pasado que no pasa, Santiago, Editorial Ayún, s/a.


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96609-104" href="#footnote-96609-104-backlink">104 Ibíd., p. 66.


105 Véase Sebastián Allende, “Gabriela Mistral y el anarquismo”, Folleto, Ediciones Tercer Mundo, Antofagasta, 2009;         [ Links ]

y Sebastián Allende, “Juan Gandulfo: Un Médico &AacAacute;crata”, El Surco n°3, mayo 2009.


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96609-106" href="#footnote-96609-106-backlink">106 Sebastián Allende, Entre zapatos, libros y serruchos. Anarquismo y anarcosindicalismo en Chile (1920-1955), Santiago, Editorial Eleuterio, 2013.         [ Links ]


107 La participación de los anarquistas en esta experiencia se detuvo en 1957, año en que se celebró la Segunda Convención Nacional de la CUT en la que una gran mayoría de sus miembros decidió apoyar electoralmente a los partidos populares, determinando esto la automarginación de los anarcosindicalistas de la central obrera y el comienzo de su diáspora.


108 Sergio Grez, Magno Espinoza. Pasión por el comunismo libertario, Santiago, Editorial Universidad de Santiago, 2010.         [ Links ]


109 Víctor Muñoz, Cuando la patria mata. La historia del anarquista Julio Rebosio (1915-1920), Santiago, Editorial Universidad de Santiago, 2011.         [ Links ]


110 Eduardo Godoy, La “Huelga del Mono”: Los anarquistas y las movilizaciones contra el retrato obligatorio (Valparaíso, 1913), Santiago, Editorial Quimantú, 2014.


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96609-111" href="#footnote-96609-111-backlink">111 Ibíd., p. 98.


112 Manuel Lagos, Experiencias educativas y prácticas culturales anarquistas en Chile (1890-1927), Santiago, CES Inocencio Pellegrini Lombardozzi, 2013.         [ Links ]


113 Véase Manuel Lagos, Paseos campestres, velas y teatro. Alternativas anarquistas para la ocupación del tiempo libre a comienzos del siglo XX (Santiago-Valparaíso, 1890-1930), Santiago, Editorial Indómita, 2015.         [ Links ]


114 Manuel Lagos, ¡Viva la anarquía! Sociabilidad, vida y prácticas culturales anarquistas, Santiago y Valparaíso, 1890-1927, Valdivia, Witrän Propagaciones, 2014.         [ Links ]


115 Esta reflexión es parte de las “palabras preliminares” de nuestro artículo: “‘Sepan que la Tiranía de Arriba, enjendra la Rebelión de Abajo’. Represión contra los anarquistas: La Historia de Voltaire Argandoña y Hortensia Quinio (Santiago, 1913)”, Cuadernos de Historia, n° 27, Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile, Santiago, Septiembre 2007, pp. 75-124.


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96609-116" href="#footnote-96609-116-backlink">116 Véase Eric Hobsbawm, “Reflexiones sobre el anarquismo”, Revolucionarios. Ensayos contemporáneos, Barcelona, Crítica, 2010 [1973], pp. 121-133.         [ Links ]


117 Respecto de los acomodos de la historiografía occidental, véase Georges Iggers, La historiografía del siglo XX. Desde la objetividad científica al desafío posmoderno, Santiago, FCE, 2012.


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96609-118" href="#footnote-96609-118-backlink">118 Véase nuestra reseña del libro de Sergio Grez, Magno Espinoza. La pasión por el comunismo libertario, Sello Editorial USACH, Colección Grandes de Chile, Santiago, 2011, Revista de Historia Social y de las Mentalidades, Santiago, Universidad de Santiago de Chile, Volumen 15, n°2, diciembre de 2011, pp. 261-266.


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96609-119" href="#footnote-96609-119-backlink">119 Patricio Pino, “Anarquistas ganan terreno en sindicatos e incluso asesoran en negociaciones”, La Segunda, Santiago, 16 de agosto del 2014, pp. 10-11.

da http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0719-12432016000100005

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