En esta publicación, Monica Kostas de IWW nos ofrece una reseña del libro “La Ideología Anarquista” por Ángel Cappelletti, sugiriendo el texto a todo aquello que busque respuestas a las preguntas más clásicas sobre el anarquismo.
Un Breve Vistazo a “La Ideología Anarquista”
Por Monica Kostas
La Ideología Anarquista se destaca mas que nada por su sencillez y concisión. Es un pequeño tomo de 144 páginas que condensa algunas de las ideas fundamentales en las que se posa el anarquismo. Su autor, Ángel Cappelletti, fue un historiador, filósofo y anarquista Argentino que radicó en Venezuela por 27 años durante sus más prolíficos años. Además de millares de artículos, logró completar alrededor de 80 libros de los cuales unos 30 inéditos fueron publicados post-mortem.
La obra se divide en dos partes, la primera siendo la más teórica en donde Cappelletti debate los más conocidos argumentos que emergen al descubrir el anarquismo. Empieza con una breve introducción a la historia del anarquismo y su papel en la entrega de ideas libertarias que fueron varias veces apropiadas por diferentes campos de izquierda o mismo, fuentes liberales y/o partidos demócratas (tampoco está de más decir que hoy en día hasta en las fuentes más conservadoras se escuchan confusos lemas con tonos libertarios que defienden la autogestión y la libertad del individuo--aunque obviamente el razonamiento detrás de estos se aleja enormemente de las ideas libertarias). También remata la noción, que típicamente viene de perspectivas marxistas, que el anarquismo es una ideología de la pequeña burguesía. Aquí y en otros capítulos, el autor resalta con picardía la ironía de Karl Marx, hijo de un abogado pudiente y luego mantenido por su compinche Engels, llamándole a Proudhon, un verdadero trabajador manual, “pequeño burgués”.
En los primeros capítulos, Cappelletti resume las posiciones anarquistas sobre temas como el poder, marcando la diferencia entre el poder de una autoridad legítima (como la de un médico sobre un paciente, o la del agrónomo sobre su cosecha) y el poder institucional y permanente como la del estado. Cappelletti también impugna el estereotipo del anarquismo desordenado y sin rumbo argumentando que es exactamente lo opuesto, la anarquía se basa en la organización y en el orden orgánico de la sociedad misma y la actividad humana, no en el orden falaz impuesto externamente de forma económica, física, e intelectual por parte del estado y el capitalismo. Tal conclusión podría resumirse en la famosa cita de Proudhon: la libertad no es la hija del orden sino su madre.
Entre otros temas que toca el autor, están el desarrollo y la supervivencia de la burocracia a la par del estado, la revolución como supresión del estado y no su conquista, el deseo de la autogestión y el peligro del mismo volviéndose en cogestión, y el concepto del federalismo. Cappelletti también ofrece una sutil distinción entre el nacionalismo y el internacionalismo. Señala que mientras las fronteras políticas son obvias consecuencias de diferentes estados (vale recalcar que la lucha por el anarquismo está fundada en el internacionalismo), en términos afectivos y prácticos, el anarquismo no niega el amor del individuo por la cultura, la lengua, y la tierra que lo vio nacer. El nacionalismo de este punto de vista, es compatible con el internacionalismo y el repudio a la guerra. En su guisa poética, Cappelletti objeta: Pocos pensadores hubo más rusos que Tolstoi o más franceses que Proudhon; pocos españoles más españoles que los militantes de la FAI.
Hacia la conclusión de la primera fase del libro, se discuten también demás temas controversiales, o más bien decir, indagaciones que surgen cuando se habla del anarquismo: como la violencia, un estereotipo aferrado a la ideología--del cual Cappelletti ve solo un instrumento de último recurso y no un vínculo fundamental en el anarquismo. El autor también responde a la cuestión del delito y la pena en una sociedad utópica, y al asunto de la educación que al contrario de la costumbre marxista, el autor toma la posición bakuninista replicando que la educación de las masas (la concientización) no es una indispensable herramienta que cataliza el cambio social; el pan y la vivienda toman prioridad en ese aspecto.
La segunda parte introduce seis clásicos pensadores que influyeron al anarquismo. Quizá la elección de Cappelletti es sujeto a debate, ya que incluye en su lista a William Godwin, y Max Stirner. Para muchos, pensadores como ellos no fueron anarquistas hechos y derechos, no obstante Cappelletti acentúa los aportes (algunos más esenciales que otros) de cada individuo y no los lista por ser anarquistas o no. Por ejemplo, a Godwin lo destaca por su pensamiento anti-estatista y sus cortantes críticas contra la guerra y los gobiernos que reproducen ese tipo de violencia, y a Stirner, a pesar de sus intensas tendencias individualistas, lo subraya por su crítica contra el estado y las instituciones políticas. Es claro que para Cappelletti, el anarquismo se define más claramente con las ideas de Proudhon. Es él quien por primera vez usa el término anarquismo de forma positiva y para describir sus ideas de una sociedad mutualista. Sus obras acerca de la propiedad (de la cual viene la famosa consigna “la propiedad es robo”) marcan un aporte indispensable para la tradición anarquista.
Luego le sigue un análisis de Mijaíl Bakunin y su fuerte oposición al Estado, declarando que este tiende a expandirse y por su naturaleza, la guerra es natural y la paz solo pasajera. Bakunin argumenta que pensar que el estado se caerá por sí mismo como lo proclaman muchos marxistas, es una actitud ciega para con el carácter activo del Estado, que no solamente es un producto o una estructura sino que es un sistema adaptable.
De Kropotkin resalta su alta actividad política, su participación en la fundación de revistas, periódicos, y organizaciones políticas, y por supuesto su tesis de que la propiedad privada constituye un obstáculo al desarrollo de la producción. Cappelletti también se enfoca en la fuerte oposición de Kropotkin a los escritos de T.H. Huxley que describen al socialismo como anticientífico. Kropotkin declaraba que más allá de la lucha por la vida, la ayuda mutua es un factor más esencial para la evolución.
La segunda parte “Los Pensadores Anarquistas” termina con Errico Malatesta, un tremendo agitador y organizador anarquista que también aportó abundantes teorías a la corriente libertaria. Empezando por oponerse al cientificismo de Kropotkin, Malatesta se aleja del determinismo, y si bien considera el comunismo como sistema óptimo, defiende que la revolución no debe restringirse a ciertos planos, sino que se debe desarrollar con amplias experimentaciones y diferentes tipos de organización de la producción.
En su completitud, La Ideología Anarquista es una pequeña obra sobresaliente para aquellos que recién descubren el anarquismo y quieren entender las ideas básicas de manera accesible. Cappelletti no es ni muy verboso ni tampoco esotérico en sus palabras, el texto fluye claramente y con lenguaje cotidiano. Vale recalcar que la mayoría de las ideas que presenta (el Estado, el poder, la revolución, etc.) las desenrolla en dos o tres páginas nomás. Ayuda tener una idea general del pensamiento libertario, o de los personajes que rodean las ideas socialistas pero no es necesario, ni indispensable para entender el texto en su totalidad. La Ideología Anarquista tampoco excluye a los que ya tienen un conocimiento más sólido del anarquismo, la obra realmente se disfruta como una brisa, y el estilo poético de Cappelletti es una bienvenida ola de inspiración para aquel que busque volver a los fundamentos del anarquismo.
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